miércoles, 12 de marzo de 2014


12 de marzo de 2014. Miércoles.
SILENCIO Y ORACIÓN
 
Música o trágica ironía, en Auschwitz. Polonia. F: FotVi
 
-Ayer celebré el silencio y la oración, y recordé, con pena, la muerte que nos sobrevino un malhadado 11 de marzo de 2004, cuando el siglo XXI todavía era casi un niño y empezaba a dar sus primeros pasos, difíciles, inseguros, pero, como toda vida que se inicia, esperanzados. La esperanza, allí, en lo alto de las ramas del futuro, donde se dan y se muestran los frutos, como en un árbol. Y entonces fue el miedo, no a la muerte, sino a los que provocan la muerte sin causa (o por causas inconfesables), lo que me provocó un terror imposible en el alma. Me llené de miedos, como casi toda España. La muerte aterra, y, más, si es injusta. Aunque dijera Borges, en una verdad a medias, que la muerte «es una vida vivida», tal vez lo sea si se trata de una vida y una muerte acontecidas según ley de vida. Se nace, se vive, y se muere. Inicio, nudo y desenlace, como en un relato clásico. Se vive y se muere, natural; pero si hay un tajo en la vida, inesperado, brutal, ya no hay «vida vivida», sino muerte adelantada. Y esto ya es la tragedia. La cruz fue una tragedia, como lo fueron los campos de exterminio nazis o los Gulag soviéticos. Lo del 11 de marzo fue un Auschwitz, aunque en miniatura, tan terrorífico como aquél de entonces. El terror no está en la cantidad, sino en la calidad del odio que lo provoca. Todavía se desconoce (o no lo suficiente) de quién (o quiénes) partió la idea: una idea (si se me permite) demoníaca, por enfermiza. El demonio es una enfermedad que pretende corroer el bien, o la enfermedad del mal por el mal. Pues ahí está: el 11 de marzo, la maldad hecha atentado terrorista, con resultados de desastre sin sentido. 192 vidas cortadas, y más de 2000 heridos; el odio en estado puro, sin mácula y sin porqués. He leído en un periódico (ABC) los nombres de los fallecidos aquel día: el primero es Eva Belén y el último Csaba; una ciudadana española y un ciudadano húngaro, atrapados ambos en una muerte sin sentido, demencial. Y, en el medio, un catálogo de nombres y apellidos de gentes inocentes que, en ese momento, no hacían más que vivir e intentar dejar vivir. ¿Atentado de tipo político, religioso? En todo caso, Diario, una aberración más de mentes enfermas de odio y vileza, e inválidas de humanidad (21:38:10).

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