sábado, 3 de mayo de 2014


3 de mayo de 2014. Sábado.
RECUERDOS AMADOS
 
Recreo, en el río Daugava. Riga. Letonia.
 
-Sábado, y, al final del día, el otro, día del Señor; es decir, al otro lado de la línea horizontal del ocaso del sábado, llega el día del Señor, lujoso por festivo. Se ve irse un día, cabizbajo él, con aturdimiento, y se viene otro, vivo, listo, lleno de esplendidez. Como se diría de un rey (pues rey es cualquier día): «A día ido, día venido». Es como si un día dijera a otro: «Vete tú que me ponga yo». Al día del sábado acontece, pues, otro día, llamado, en este caso, del Señor; y, dado que domingo es dominus y dominus significa señor, día, pues, aunque no se quiera, del Señor. Aunque no se quiera, que las cosas no funcionan según los deseos de uno, sino como establece la realidad de muchos, y más si es realidad histórica, con la tradición de por medio. Recuerdo de niño, que en el domingo se me vestía de domingo para ir a misa; o sea, una marinera o blusita limpia, un pantalón corto, también limpio y con rayas de la cintura al dobladillo, tirantes, y unos zapatos (suelas apañadas y ruidosas en el enlosado de la iglesia y menos en el piso de tierra de la calle) con brillo de vejez. Al rezar, arrodillado en la iglesia, decía: «Señor, que mi papá tenga trabajo, que me conviene»; eso decía, porque en invierno, flojeaba el trabajo, no había trabajo y además a papá, albañil, se le rajaban las manos como con cuchillo afilado a causa de la cal y el frío, y tenía que cesar en su tarea. «Que me conviene», decía en mi oración pequeña de niño, y al Señor, con el hábito de oír «si me conviene» siempre, le supondría gracioso escuchar «que me conviene», en imperativo, nada de súplica, y lo concedía: papá hallaba trabajo, y volvía la alegría a casa. Se abrían risas y se contenían los reproches. Me gusta el sábado, Diario, porque da pie al domingo y me remonta a recuerdos amados, en los que me recreo; eso es: recrearme, o volver a hacerme, de nuevo, niño (20:59:42).

2 comentarios:

  1. Con la cara lavada y recién peinado, con la blusa y el pantalón corto que la madre había `planchado aprovechando las brasas de la noche anterior para meterlas en la plancha de hierro, derecho a Misa Mayor, a las doce. Y después a leer junto a mi padre la hoja dominical, a ver qué trastadas hacía "Cascarilla". ¡Qué buenos ratos se pasan saliendo a menudo al "recreo", Vicente!

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  2. ¡Qué bien lo describes! Y tienes razón: ¡qué buenos ratos se pasan si se "recrea" uno en lo sencillo y (en lo mal llamado) "ordinario", pues muchas veces lo llamado "ordinario" es lo extraordinario, ya que en el "recreo" o "recrearse" de lo cotidiano está, a veces, la felicidad. Nuestra niñez, José María, fue un lujo. Aun a pesar de las penurias.

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