viernes, 27 de junio de 2014


27 de junio de 2014. Viernes.
PAÑUELO EN EL AIRE
 
Pensando el otoño, en el jardín. F: FotVi
 
-Y, por fin, se va Rubalcaba; irse es algo así como dejar una mano o un pañuelo en el aire tratando, al despedirse, de atrapar de algún modo a la melancolía. La melancolía es un adiós que perdura, en el tiempo, en el aire, y en el corazón, a veces. Yo, con Rubalcaba, por no comulgar ni siquiera he comulgado con ruedas de molino; aunque seco y flaco él, continuamente me ha caído gordo; gordura solo intelectual, desde luego, no pasional. En Rubalcaba, en su modo de ser y de actuar, de farfullar palabras y silencios, de estar sin parecer estar, etcétera, siempre se me ha aparecido el reptar de la serpiente. Su vida política ha transitado entre un Maquiavelo venido a menos y un Rasputín venido a más, ambos dialécticos del incordio, pero quizá llenos de buenas intenciones y de sentido práctico de la vida y del Estado. El florentino, por el lado de lo amoral, y el ruso, por el fiasco de la moral trufada de falsedad y mesianismo. El uno diría que el fin justifica los medios y el otro hizo de la fe mágica, execrable por tanto, su modus vivendi profético, que cautivó a damas y a zares. Ayer, tras anunciar su marcha de la política, Rubalcaba fue ovacionado en el Congreso; la ovación llegó de los suyos y de los contrarios, queriendo decir todos quizá (o no) aquello de al que huye, aunque sea amigo, puente de plata. El amigo, porque corre el escalafón; y el contrario, por la nostalgia tal vez de lo que fue y ya no será. En el pasar de uno, se conjuga el verbo pasar de todos: paso, pasas…, pasamos… O el drama del irse; se va el mar, se suele decir, en la marea baja; o se va el tiempo, que nunca echa la vista atrás. Nada retorna, salvo la página de un libro si se vuelve a leer. ¡Es hermoso verificar que sólo vuelven los libros, si se regresa a su lectura! Pero no hay bibliotecas del tiempo, y es posible que no retorne justamente por esta razón. Se va Rubalcaba y me apena: su ida (o huida: es claro que el fracaso lo ha acompañado en política) es reflejo de que todo se mueve hacia su ocaso; es decir, la realeza, la potestad, la fama, la influencia, lo joven, lo inverosímil, lo cierto, la angustia, lo alegre, el éxito…; «la opacidad crepuscular lo borra / todo: sol, ilusiones, rosas, ángelus». En estos versos, Diario, Juan Ramón Jiménez se reviste de melancolía, y avisa de que, tras el día, siempre llega la noche, donde habitan las dudas, y los monstruos (20:11:58).

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