miércoles, 11 de marzo de 2015


11 de marzo de 2015. Miércoles.
LA GRAN TRAGEDIA
 
Tras la lluvia, el sol. F: FotVi
 
-Ayer lavé y tendí la ropa, y, con la ropa, puse mi alma a orearse. El sol, un vientecillo suave (al modo de la brisa que pasara por delante de la cueva de Elías), rezo de Laudes bajo el olivo y una lectura reposada (Platón, Fedro; un poema de Antonio Lucas, La Fugitiva; y San Juan de la Cruz: Canciones entre el Alma y el Esposo: «¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido?»), dos horas, de lectura, y fue entonces que algo parecido a la felicidad se cruzó conmigo, y lo agarré con fuerza, con fe de garfio, y me pareció que era feliz. Hasta hoy, que, recordando el 11-M de 2004, me he preguntado cuál es la razón de la maldad -siempre sin causa- del ser humano, y me he entristecido. Hacer el mal, como norma, la gran tragedia, me he dicho. Y parece no haber causa, o una causa lógica y entendible, para el mal. Hace 11 años, un atentado terrorista mata a 192 personas y deja heridas a 1858, y, tras la conmoción del momento, se volvió a la vida. La vida sigue y el mal sigue; ambos, mal y vida, siguen: el uno como ruina, la otra, como ensoñación. Que ¿por qué rezo, Diario? Quizá para poder seguir entreviendo en sueños que existe el bien, o su estela, y que no todo es mal (20:59:52).

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