lunes, 20 de abril de 2015


20 de abril de 2015. Lunes.
UTOPÍA Y TRAGEDIA
 
 
 
Utopía a punto de echar a volar, en el jardín. F: FotVi
 
-Abro el libro del día y leo: «Alegre la mañana», y me dispongo a obedecer al libro. Deseo alegrarme en la mañana, «que nos habla de ti». De Dios; la mañana, con sus idas y vueltas de las horas, y las hojas, hablando de Dios. Abro, pues, el Libro del Día, donde andan el sol iluminando y la tierra, dejándose iluminar. Dos volcanes, amándose. Es decir, todo coloreado, como en una verdad con colores de dibujo de niño. Pero tomo el periódico y me doy con la tragedia, me salta a los ojos, me los hiere, me los rompe estallándolos; pienso: una más, con tantas otras, pero ésta más pavorosa, cruda, de infierno; infierno más terrible este que todos los infiernos de Dante o Botticelli, porque este infierno es real y aquellos eran infiernos de fantasía y ternura. ¿Alegre la mañana? Porque, al final, en los infiernos de Dios, aunque sean trágicos, siempre está la ternura del mismo Dios. (¡Lo dicen tantas vidas!). Aun para el ateo. Si no hay Dios, confía el ateo (inspiración divina), no hay infierno, es la otra ternura de Dios para el que hace regates a la fe. Decía haberme dado con la tragedia: en el Mediterráneo. Casi mil almas. Eran de Libia y soñaron con una vida mejor: celeste, dulce, libre, con auroras y atardeceres teñidos de utopía. «La utopía está en el horizonte», escribió Eduardo Galeano; y ellos, fiados en mafias, se fueron hacia ese horizonte, hacia esa utopía, y el mar ahogó ese sueño. Sueño de adultos y de niños, y de mujeres, que, para mantenerse a flote del día a día, no saben nadar más que en la pobreza; pero nadar en la pobreza no es nadar en la aventura, que puede acabar en desventura, en revés. Mil muertos en el mar de Ulises, donde éste hubo de atarse para no ceder a sus cantos (o encantos) de sirena. Aunque a veces mate, la utopía atrae. Sin utopías a las que ir, a las que acudir para vivir, no se hacen caminos. Lo profetizó el poeta: sin el andar, no hay caminos, ni se hallan estelas en el mar, el otro movible e inseguro camino de la utopía. Yo, creyente, rezo; para seguir en la utopía y no caer, Diario, en el helor de la desesperanza (20:21:28).

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