miércoles, 8 de abril de 2015


8 de abril de 2015. Miércoles.
MIRADA DE NIÑO
 
Dignidad de la pobreza, en Šibenik, la bella ciudad dálmata. Croacia. F: FotVi
 
-El dinero, al rico, lo hace rico, y al pobre, lo empobrece, aseguró el sabio. El rico, con su dinero, vive; el pobre, con el suyo, apenas sobrevive, o se muere, o, vestido de andrajo, limosnea. El andrajo es muy propio para vestir al pobre; en un pobre sin andrajo, no hay pobre, o no se dice bien la pobreza. «Una limosna», dice el pobre, y baja los ojos y pone la mano, y, con la mano, la humildad que tiembla, quizá, y hasta se traga el sonrojo. Los ricos se sonrojan mucho cuando comen en abundancia y sus eructos hacen gracia; «¡Ha eructado!», dicen, y le ríen la gracia, y, tras el agrio gaseado y echándose hacia atrás en sus asientos, libres de prejuicios, pavonean su sonrojo, y, con el eructo como música de fondo, lo exhiben. El pobre, por el contrario, en  la calle, disimula el sonrojo o bien tragándolo y disimulándolo así tras el hambre, o bien tocando un instrumento musical, igual da que se trate de acordeón o de trompeta, o de un pínfano o de una guitarra, o de una lágrima, o de las palabras consabidas (lo importante es sonar, decir «aquí estoy yo»), palabras como «¡una limosna!» (antes era «por amor de Dios»; ahora, no, por el agnosticismo circundante), y acompañadas, además, por un llorisqueo quizá ficticio, técnico, pero real sin embargo por el drama que describe, llorisqueo que humedezca y ablande las conciencias, y que propicie la limosna (o eso piensa el pobre, o eso pienso yo que piensa el pobre), y suene entonces el platillo (el platillo de la miseria): «Tic», y cinco céntimos, o dos, o un euro; o nada, y se hiela el sonido entonces. Lázaro recogía las migajas que caían de la mesa de Epulón. Esta Semana Santa (no sé el lugar), una foto. Y en ella, una estrecha calle abierta a una más ancha avenida; en la esquina de la angosta calle, un mendigo tendido en una manta, y ajeno a lo que ocurre a su alrededor, parece dormir. Frente a él, y portada a hombros, una Virgen Dolorosa. Hay bullicio, gente, tumulto casi. Todos miran a la Virgen, salvo un niño que mira al pobre. Quizá (con la de la Virgen) la única mirada del mundo y de la religiosidad popular a este pobre dormido en su pobreza; o postrado, Diario, en sus andrajos (12:38:48).

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