domingo, 31 de mayo de 2015


31 de mayo de 2015. Domingo.
BLANCOS
 
Blanco espiritual, en el jardín. F: FotVi
 
-El día se ha vestido de blancos. Sin furias aún, blanco el sol, y blancas sus trasparencias. Blanca -de cendal- la luna, que se ha dejado pillar por el sol antes de hundirse en su letargo diurno. Blanca una paloma, que ha saltado de una a otra rama hasta que, pintando una raya blanca como de tiza en el azul, se ha subido a sus propias alas y se ha echado a volar, libre, como el blanco de los ojos de los niños. Blancos puros, tremendos, casi furiosos, manchas perfectas del pincel de Rembrandt o del de Zurbarán en su San Serapio. Día de blancos, pues: blanca la forma del sacramento, donde Dios se hace pan, pan de mesa, para ser rebanado y comido, pan blanco, como blancos los vestidos de dos niñas comulgantes en San Blas, la iglesia donde sirvo. Irene y Saray o Saray e Irene. Ambas ataviadas con vestidos de un blanco espiritual, intangible casi; digamos que blancos, hechos de silencios, como los de la inocencia, o como los del amor que se calla. El día, Diario, se me ha vestido de blancos (21:41:47).

sábado, 30 de mayo de 2015


30 de mayo de 2015. Sábado.
EL BAILE, O EL VALS LOCO DE LAS ESPADAS EN ALTO
 
Llamar y dialogar, en el castillo de Trakai. Lituania. F: FotVi
 
-Existe jugar «a la contra», en fútbol, pero no, por ejemplo, bailar, entre dos, «a la contra». El baile supone la lírica de la seducción, del me vengo y me voy, del giro y aleteo, vuelo, amo y desamo, y, aun sin estar, estoy. El baile consiste en irse y en volver, o, como el silencio en una abadía, caer en el abrazo y hacerse en él pan y miel, éxtasis. No hay baile a la contra, sino una huida y advenimiento de estratagemas para el logro del ceñirse final; y fatal, a veces. ¡El baile! Pero sólo en el baile de los pactos (llamémoslo así) se puede bailar «a la contra». La Oficialidad y la soldadesca bailan todos con todas, se miran, se lidian, se dan, se toman, y todo, en un ir y venir de brazos en brazos y en un girar vertiginoso y atropellado, que parece un adelanto de la locura. El vals loco de las espadas en alto. (¡Ah, Erasmo de Rotterdam: tu Elogio de la locura!). Pero, en este baile de los pactos, bailan todos con todas (vorágine), todos con todas, menos con una. Y no sólo «menos con una», sino «contra una». Y no es que sea fea de cuerpo, dicen ¿o, sí? (las hay peores, dicen), sino porque ideológicamente lo es. Lo mismo que hubo discriminación racial (en un tiempo: «yo no bailo con esa india», aquellas películas del oeste), ahora hay discriminación ideológica. Todo el baile de las espadas en alto, pues, contra esa ideología salvaje y piojosa, y cavernaria, y con el sambenito, además, de inquisitorial, la llamada «derecha », o «infectada». Hay invitadas al baile de la democracia (¿dónde, en qué lugar, cuándo?) que huelen a india, y deben ser excluidas. El sectarismo, aunque nazca de las urnas (y sobre todo por nacer de las urnas), y venga de donde venga, siempre será antidemocrático. Y en grado sumo, si es sectarismo trufado de odio. Y más, si puede cargarse el baile; el baile del bien común y la convivencia en paz, y aun el de la libertad. Ah, y, hablando de paz y glosando a Blas de Otero, decir que, para que haya paz, Diario, pido la palabra. Pido la paz y la palabra; es decir, pido el dialogo en paz y no agriado, excluyente, perverso, s´l vous plaît (11:39:06).

miércoles, 27 de mayo de 2015


26 de mayo de 2015. Martes.
HABLO DE NADIE
 
Haciendo malabarismos con los dedos, en el jardín. F: FotVi
 
-No es verdad; no puede ser verdad que el espejo de la madrasta mala (la de Blancanieves) le haya podido decir a un perdedor de barba plateada y tímida (tímida como una tilde, casi ausentada): «créaselo, es el más guapo». Me imagino el cimbreo del cuerpo del perdedor frente al espejo, susurrando «¡soy el mejor, soy el más guapo!». Cimbreo como el de la cola de una birlocha (aquellas de mi niñez en el castillo, en Molina, pies firmes, brazos tensos, los ojos al aire, iluminada la birlocha por el sol miel del atardecer, volando el artefacto a través de mis sueños, encendido, altísimo, como mis sueños, allá); o cimbreo como el de un junco movido por el viento en campo abierto. Creerse cosas es lícito, pero en la intimidad. En la intimidad, se puedo ser todo, hasta Napoleón, sin alarmar al frenópata o al loquero. Pero no en público, donde te aguijonean ojos que, aunque simulen otra cosa, son inmisericordes y te oyen oídos dados a no oír o a oír con interferencias, despreciativos en todo caso. Decir «soy el mejor candidato» ante el espejo, cabe; cabe dentro del espejo, que no se desparrama, como le pasa a un cuadro o al mismo espejo. (Los cuadros y los espejos se enmarcan para que no se dispersen, para que queden dentro de unos límites y no invadan casas y museos, deslizándose bajo las puertas y saliendo a la calle a cambiar el paisaje, las cosas). Pero decir lo mismo: «soy el mejor candidato», luego de haber perdido unas elecciones -a eso me refiero-, y ante un público que mira rayos y oye incendios, con dudas de quién eres y lo que eres, de si estás o te has ido, es meterle el dedo en el ojo a la realidad y pretender así que la realidad baje los ojos y, ciega, mire sin ver, aunque intuyendo la locura. Hablo de nadie, Diario, de nadie en concreto, porque ha sido Nadie quien ha dicho tal desolación, tal túnel negro, y sin pestañear, o pestañeando (19:43:29).

lunes, 25 de mayo de 2015


25 de mayo de 2015. Lunes.
ESTADO DE ANSIEDAD
 
Campo de trigo con cipreses, V. van Gogh, en G. N. Londres. F: Google
 
-Hubo un tiempo en que además de cursar estudios de piano intenté poner colores en orden para que fueran un cuadro, una rapto artístico en un lienzo. Intenté pintar; tenía sueños. En la adolescencia y la primera juventud se quiere ser todo: ser cura, músico, alpinista, escribir la Eneida, plantar dos árboles (un bosque), dar inteligencia a los pinceles y procurarles así tema a las manchas de pintura para que fueran pavor y emoción, luz y sombras, arte en el lienzo. O sea, ser todo. Yo, en mi adolescencia, quise ser todo. Y, de entre todo, aparte de ser cura, apenas llegué a ser un tipo bajito y escribir algún libro; es decir, esa fue toda mi pascua florida y frutal. (El bosque lo convertí en unas pocas macetas, que cuido para no alejarme de ti, belleza original, a la que amo). Decir que las elecciones locales nos han dejado un panorama de paleta de pintor llena de colores, pero sin definición; colores en estado de ansiedad. Todos desean ir al lienzo y figurar en el cuadro; azules, rojos, morados, anaranjados, magentas (faltan colores fundamentales: el blanco, el negro, el oro), que piden al pincel los lleve a la gloria del poder estar, o de estar en el «poder». ¿Estos colores aman el cuadro, el perderse ellos para que surja la totalidad, el conjunto, la gracia o el pavor, la emoción; es decir, la Capilla Sixtina o el Campo de trigo con cipreses? Por el contrario, yo veo una locura de egoísmos, que diría el poeta. O de intereses; lícitos, pero sin olvidar que lo que se persigue es el bien común, la belleza del conjunto, la obra artística, también en política. Veremos, Diario, qué Velázquez o qué ruindad sale de todo esto (20:54:48).

domingo, 24 de mayo de 2015


24 de mayo de 2015. Domingo.
IMPLICADO
 
El sol y el bosque, implicados en la vida del mundo. F: FotVi
 
-Salgo a andar. No corro. Correr nunca se me ha dado, me aflige: me hace desvincularme de la contemplación admirada, serena, de las cosas, de su aparente pequeñez inútil, pero exquisita. Mirar la pequeñez y sentirla, amarla,  es como encontrar una aguja (de oro) en un pajar. «Corro porque me gusta sentir la furia de los músculos, la arrogancia del cuerpo», dice Leila Guerriero, escritora argentina. No está mal como afirmación literaria y aun como bello y belicoso alegato femenino; pero es desconsoladora en orden a percibir la invisible fuerza del espíritu, donde habitan los otros impulsos lúcidos y vitales de la voluntad y la sabiduría. Andando, suceden la paz y hasta el encuentro interior con uno mismo. Caminando, pues, se puede entrar en la maravillosa emboscada de pensarte a ti mismo. Tu bosque íntimo, donde andan todas tus verdades y mentiras, y tus sustos y afanes, tus cielos e infiernos, con Dios a veces. Yo, ayer tarde, salí a andar y oí el canto del mirlo, del gorrión, y el zureo de la tórtola. Las hojas también se oían; es decir, su roce con el silencio. Camino y oigo cosas, escucho himnos, en el cielo, en la tierra, mis pies, oigo mi pisar, y cómo se revuelve la arena, su crujir: todo habla, hasta que de la punta del pie salta un sobre cerrado. Como cuando al andar salta una hoja. Voy a seguir, pero algo me dice: «No lo dejes, cógelo», algo distinto del sobre; la curiosidad, quizá. Lo cojo, miro, y en su interior, una papeleta. Con una pequeña cascada de nombres. Caigo: elecciones. Mañana. Sonrío. «No iba a votar», me digo. Frustrado, no iba a votar. Duele el sentirte engañado. Pero quizá el sobre, perdido por alguien, sea una premonición; premonición, que, en su segunda acepción (DRAE), significa «advertencia moral». Y como tal advertencia moral lo tomo yo. Y hoy he votado; sangrándome la mano y la papeleta que he depositado en la urna; pero he votado. El voto, Diario, implica; y yo quiero estar implicado (20:54:54).

viernes, 22 de mayo de 2015


22 de mayo de 2015. Viernes.
FÁBULA
Dándose calor, en el carrizal. F: FotVi
 
-Sabían que en la lluvia estaba su vida. Son hijos de la humedad. «Mal año de lluvias», se dijeron. Y, con los tentáculos alertados (donde brujulean los ojos), miraron al cielo y vieron las nubes y creyeron entender que llovería. Se animaron, y, buscando que les mojara antes la lluvia, salieron a ascender hasta tocar las nubes. Ascendieron por unos carrizos con la exigencia de la sed; pero, sin lograr mojarse, al fin les llegó el sueño de la hibernación. Y allí quedaron, en el silencio de la melancolía. Luego llegaron las hormigas y les comieron los sueños de alcanzar las nubes. Y, sin sueños, se murieron. Yo -antes de ayer- pasaba por allí, los vi, apiñados, y me apiadé de ellos. Y, para que perduren como fábula de perseguidores de sueños (alcanzar las nubes), Diario, los fotografié  (20:40:51).

jueves, 21 de mayo de 2015


21 de mayo de 2015. Jueves.
URNAS
 
Luz, tras las alambradas. F: FotVi
 
-Uno, a veces, recupera energías echando mano del recuerdo. Fruta que coges del árbol del pasado y la muerdes y te llena la boca de jugos que se desbordan como miel o acíbar por las comisuras, así es el recuerdo. Desbordamiento de sensaciones. Porque en el recuerdo siempre hay algo de acíbar y mucho de miel; y es que, con el tiempo, la miel endulza al acíbar, y lo que fuera triste, se conjura con lo alegre ahora y ambos, aunque con achaques, inventan la senectud llevadera y hasta feliz. Intentar ser feliz en los recuerdos es como rebobinar la vida y probar a revivirla de nuevo, evitando, eso, sí, el pánico del error de antaño, y excitando sólo la fibra y el vigor de lo bueno, ahora. O lo desagradable revestido de bondad, ahora. Recuerdo que llegué al recinto donde tenía que votar, la escuela. Y, sobre una mesa, vi una arquilla, cuadrada, arquilla a la que llamaban urna; yo la miré absorto. Ahí estaba el secreto. Su tapa trasparente relucía; tapa que tenía una ranura; con el nerviosismo -era la primera vez a mis 42 años que ejercía mi derecho al voto-, se me resistía introducir en ella la papeleta que antes había elegido. ¡Una urna, una ranura, y una papeleta! Reía yo, reía mi mano, reían los componentes de la mesa, temblaba la papeleta. Sin embargo, fue entonces cuando caí en la cuenta del valor moral y aun utópico que tenía aquel acto, aquel gesto, aquella turbación de la papeleta antes de entrar en la urna. Una papeleta que decide, que habla, que dispone, me dije. De ahí mi emoción belicosa y dulce, excitada. Cuando entró la papeleta en la urna, exclamé (en mi interior): «¡Soy libre!», y (a mis 42 años) gocé de mi mayoría de edad, y, con unción, la comulgué, mi libertad, como el que come a Dios por primera vez, la paladeé emocionado, pero con un cierto susto. En la papeleta, tomaban forma mis sueños de democracia, sin pensar entonces en Platón, que, tras la democracia, auguraba la tiranía. Por culpa de los «excesos de libertad», que llevan «a no preocuparse en absoluto de las leyes, para no tener en modo alguno ningún señor», decía el filósofo. Pero aquel extraño y sublime ensueño, o exclamación emotiva (ir a votar), ahora es sólo una tenue y pobre duda, próxima a la desilusión. ¿Voto, no voto? La urna, símbolo de mi primer idilio con la libertad, me atrae; pero la papeleta (¿a quién votar, hacerlo, no hacerlo?) me llora en las manos. La papeleta llora mi llanto, quizá. ¡Han sido tantas los fiascos! O tal vez sea que, con el hecho de votar, se haya llegado ya a aquel brutal y descarnado vaticinio de Aldous Huxley (Un mundo feliz), en el que aseguraba «que la gente en realidad (votando sin más) podía haber empezado ya a amar su servidumbre», la que impone el Sistema. ¿Posible, Diario? No sé; me vuelve aquel susto de entonces (10:05:31).

martes, 19 de mayo de 2015


19 de mayo de 2015. Martes.
LA ROSA
 
Aprendiendo a hablar, en el jardín. F: FotVi
 
-En mi jardín (formado por unas ocho o diez macetas), la estaba enseñando a hablar, y se murió de pronto. ¡La rosa! Entró en tristezas, y se murió. Suele ocurrir. La vida es así de intempestiva. Esperaré a que vuelva para seguir diciéndole que aprenda a hablar; si ella habla, ella y yo estaremos menos solos. Nos contaríamos cosas, Diario (19:36:31).

lunes, 18 de mayo de 2015


18 de mayo de 2015. Lunes.
¡PARDIEZ!
 
Garabato vegetal, o encuesta ilusoria, en el jardín. F; FotVi
 
-Las encuestas siempre aciertan en lo fundamental: en que se equivocan; o aciertan poco, fallando siempre en algo; o tanto, que dan risa. (Ejemplo: Reino Unido, penúltimas elecciones, y fracaso anunciado y oficiado de Cameron, que, con su triunfo, llevó la contraria y al cadalso a las encuestas, las decapitó). Las encuestas, antes de unas elecciones, son como el aperitivo antes de una suculenta comida (eructos incluidos) en la mesa de un rico Epulón, el del Estado, que nos expolia. Con las encuestas, determinados medios de comunicación (o todos), y los partidos políticos y sus voceadores, se vengan de sus adversarios ideológicos, aventurando, no lo que saben, sino lo que sospechan, invitándoles de este modo a que se fastidien, sufriendo. Llegará el porvenir; es decir, el día de los votos, y todo será distinto; pero, entre tanto, fastídiate, adversario, enemigo, casta, escoria. Tú dices esto; yo digo lo contrario. Las encuestas son un navajeo entre medios de comunicación afines a este o aquel partido, a esta o aquella tendencia ideológica; la demoscopia, pues, como arma arrojadiza. Simplificando: en la antigüedad, las hordas guerreras se lanzaban flechas; luego, en la modernidad, obuses, y, en ambos casos, se mataban (estúpidamente); ahora, otra clase de hordas (igualmente guerreras) se lanzan encuentras, dardos demoscópicos, con los mismos deseos inconfesables de siempre: aplastar al contrario, aunque sea en el engranaje (Tiempos modernos, Charlie Chaplin) de la imaginación o el deseo. Me divierten tanto las encuestas, que me hacen reír hasta la extenuación del llanto; partirte de risa, llorando. Fantástico y pavoroso, a la vez. Juan Cruz ha escrito en El País que «aparte de dolor, felicidad o cuerpo, somos palabras». Bellamente lo ha escrito. Pero yo, Diario, glosando a Juan Cruz, diría que, en tiempo de elecciones, «aparte de dolor, felicidad o cuerpo» somos encuestas, mentira, fábula siniestra. Y: «¡Pardiez!», añado yo, como desahogo (20:39:33).

domingo, 17 de mayo de 2015


17 de mayo de 2015. Domingo.
OJOS DE LIRIO
 
Ojos de lirio, en el jardín. F: FotVi
 
-Aun estando solo, a veces sientes que te miran, que te siguen, y no sabes qué o quién. Vuelves la cabeza y, si acaso, ves tu sombra o algo que salta tras de ti; ejemplo: un ave o el revuelo que ha dejado tras de sí el pájaro al huir. Si estás en casa, crees que es el espejo el que te observa y, al menos yo, procuro no darle la espalda, nunca; en cualquier relato de Allan Poe podría salir un brazo del espejo y clavarte traicioneramente una daga en la espalda. Sin embargo, esta mañana, al salir al patio, he descubierto que quien me miraba (todos los días siento que algo me mira), eran estos dos ojos de lirio, que, al devolverles la mirada, me han dicho: «¡Jo, nos has descubierto!». Como si tal cosa…, y se han cerrado, y han dejado de mirar, hasta mañana, espero (21:42:20).

viernes, 15 de mayo de 2015


15 de mayo de 2015. Viernes.
TOCAR LA TIERRA
 
Poema de tierra, en el jardín. Día de San Isidro. F: FotVi
 
-Coges la tierra, la palpas, y seduce su tacto. Tocar la tierra es tocar algo de mí mismo, te dices; en la tierra, toco la arcilla que soy y me reinvento creación, suceso prodigioso, vara de nardo con inteligencia. Vuela de mí un pájaro, una idea, parecidos acontecimientos; ambos dicen, ambos hablan. Me muevo en el ámbito de la maravilla, digo, y me extasío contemplando la caída de una hoja del árbol, porque en ella caigo yo, intento un vuelo, un sueño; caigo, dices, pero vuelo. Los sueños vuelan. Dijo el poeta: «Anoche un fresno / a punto de decirme / algo -callóse».  (Ladera Este). Era un sueño de Octavio Paz; un sueño venido del lodo, y que se hace poesía en el poeta, en su alfar de la palabra. Es el fresno con la palabra en la punta de su lengua vegetal, que va a decir, y calla; aunque ya esté dicha la relación entre fresno y poeta, en el poema. Isidro era labrador, y santo, por amante de la tierra. Amando la tierra, se diría, me amo a mí mismo y al Dios que la forjó. Isidro araba la tierra, la abría, para encintarla. La encandilaba de sol y lluvia, y así la hacía dar fruto, parir. Hoy, en su día, felicito a la tierra y al santo, y pido, Diario, amar la tierra como amamos el cielo, donde las estrellas, donde los sueños, o fresnos (19:51:12).

jueves, 14 de mayo de 2015


14 de mayo de 2015. Jueves.
MURIENDO EN LA ESCRITURA
 
Con visera y pancita, en el abecedario. F: FotVi
 
-Es difícil escribir; pero no lo es menos no hacerlo. Hay veces que se respira en la escritura, en lo que dices, en lo que cuentas, y ardes en lo que respiras, y así vives, ardiendo y dejando tus incendios como señal de que has existido, de que estás, de que no te has ido. Vives, pues, muriendo en la escritura, en su maravillosa y terrible soledad, en su verdad, en su mentira, en su amor y desamor, en su grito que apenas grita, muriéndote y viviendo. Se muere en la escritura, cada vez, un poco, desangrándote quizá, hasta que vives para siempre. Dios escribió en los profetas, y se oyó en ellos, y luego calló, en ellos, y dejó que hablara lo que él había escrito en los profetas, y es el silencio más expresivo que existe, silencio que siempre habla, si se lee. Recuerdo la primera vez que escribí una letra: el lápiz, la mano, mi mano, guiada por otra mano suave e imperiosa, a la vez miel y decisión, sutileza y martillo de yunque, mano de Sor Matilde, monja. Me guiaba la mano para que escribiera la letra a; la a, con visera y pancita, y un pequeño ojo blanco en el centro. Así la describía ella, así me la hacía pensar, con visera y pancita, la a, la que iba delante de agua y aire, y de amor, y al otro lado de la m de madre, la que estaba escribiendo, con violencia en el papel. Y la lengua fuera, y la respiración a saltos, y la monja llevándome la mano, con decisión de rayo. Enseñándome a andar por las letras, por sus selvas de belleza y pavor, y asombro e interrogantes, y parpadeos, y definiciones de las cosas, enseñándome a escribirlas. Llegué a casa y dije: «¡Sé escribir!»; y madre: «¿A ver?»; y repetí la gesta, escribí la a, y madre, llevándose las manos a la boca, dijo: «¡Ohhh!», con teatro, simulando admiración, y yo reí, y maravillado por el asombro de mi madre, dije: «¡Sé escribir!», y me fui a jugar, tanto, que, en el juego, olvidé que sabía escribir. Que ¿por qué cuento esto? Porque gracias a aquella letra primera rasgueada, rayada por mí, hoy, Diario, puedo escribir Nepal, y dolor, y les daría mi vida, y les ayudaré, y les estoy ayudando, y ¡Dios!, desesperadamente, y, aun tratando de disimularlo, lloro, y lo escribo (12:54:18).

miércoles, 13 de mayo de 2015


13 de mayo de 2015. Miércoles.
ATRAPADO
 
Atrapado en el árbol, junto al Mar.
 
-Lo tuve atrapado, al Sol, ayer tarde, en las ramas de ese árbol, y le hablé, y me habló, y nos reconocimos: las cosas y yo somos un poco él; con la tierra y el agua, somos él; somos tierra y agua, y sol, y el soplo aquel que nos dio el poder de hablar y soñar, y de atrapar el sol en las ramas de un árbol… Pero, al fin, lo dejé ir, debía seguir su camino y hacerse luz en otros mundos… Y ser libre, como yo, como tú… Lo dejé ir, Diario (20:51:11).

martes, 12 de mayo de 2015


11 de mayo de 2015. Lunes.
¡EL GRITO!
 
Grito de vida, en el árbol. F: FotVi
 
-He sufrido pesadillas de toda clase y color, y pavor; tan terrible alguna, que, como esta vez, he tenido que usar el grito para salir de ella. Gritas, y por la abertura del grito, por el túnel que es, escapas de la pesadilla. El grito, que, aun despierto, casi siempre es puerta de salida del miedo o la locura, o de la alucinación. Gritas y escapan la ira, el pánico, la angustia, hasta salen volando los pájaros de mal agüero que hay en el árbol de tu cabeza. Gritas y salta todo haciéndose vuelo que huye, como una exhalación del miedo, escapando. Pues entré en el sueño y me dormí en paz y bien. Iba y venía yo por el sueño, sin altibajos en la respiración, sosegado, como deslizándome por el filo blanco de una ola, feliz, y de pronto, zas, la pesadilla, y se me desquició el sueño, su castillo de naipes se me vino abajo. El sueño derivó en que era lunes y nunca saldría del lunes, con rejas el lunes, apresado yo en el lunes, en su tela de araña viscosa y cruel, sedosa y fiera, y para siempre; y, abatido, entonces, me dije que ser huésped del lunes para siempre sería algo así como estar oyendo toda la vida al mismo político (o ser mitrado) largándote el mismo mitin, la misma prédica, en cualquier infierno, siempre, repitiéndose, como un eterno lunes, como un eterno golpear del martillo del herrero. Y desesperé; y ahí seguía, desesperando. Enredado en el lunes y oyendo palabras vacías, extrañas, porfiadas, hasta que di ¡el grito!, y, yéndome por él, con miedos, aterrorizado, salí del mal sueño, que daré en llamar, Diario, pesadilla de lunes, o lunes en tiempo de elecciones, o qué pesadez los mítines (aun los episcopales), o…; y ¡vuelvo a gritar!, pero de felicidad esta vez (20:20:26).
 
 

viernes, 8 de mayo de 2015


8 de mayo de 2015. Viernes.
LA FIEBRE DEL VOTO
 
Pensando si dar su voto o no, en las Salinas. San Pedro del Pinatar, F: FotVi 
 
-Yo, ciudadano olvidado (y libre) del mundo, me siento de pronto solicitado, exigido con furia, me necesitan. Si fuera un bebé o una abuelita, digna de cuento de Caperucita, se llegarían y me besarían, y, si trabajador de azada o de andamio, me darían palmaditas en la espalda, sin romperme: se mancharían. Se llamó la fiebre del oro (California, mediados del siglo XIX), a aquella locura (sueño) de arañar en la orilla de los ríos para dar con el preciado metal, símbolo de la riqueza (y del poder bancario). El metal de corazón de sol, que dijo el poeta. Pues, así como entonces fue la fiebre del oro (y no del moro), ahora es tiempo de la fiebre del voto. «¡Dame tu voto, por favor!», me lloran. Unos y otros, como hienas. Se llaman políticos, y medran en la cosa pública, mordisqueando acá y acullá. Todos somos pecadores, pero los hay entre ellos, los políticos, que además roban. Y como tú, y usted, y el delfín que salta para tocar el cielo (¡ay, casi lo ha tocado!) y el oso perezoso (el Milursus Ursinus, es un decir) y la letra k de mi DNI, pecamos de ingenuos, cada vez, cuando toca, los políticos nos piden, además, nuestro voto; no les basta con lo que nos detraen por otros conceptos, como por el hecho de respirar o de contemplar febriles el paisaje, o echarles migajas de luz (de pan) a las palomas en el parque. (Sin ir más lejos, en Torre de la Horadada -Ayuntamiento de Pilar de lo mismo, city-, he de pagar por pisar la baldosa de entrada a casa, y cada año ocurrirá lo mismo: 25 euros. O pago 25 euros o he de saltar si deseo acceder a casa; la baldosa es sagrada y no se pisa). Pues, no, me he dicho. Mi voto tiene un valor, y ya jamás lo daré gratis; y no me valen promesas. ¿Quién da más por mi voto, por escrito? Lo vendo sólo por un poco de honradez y un mucho de respeto, por escrito. Y, por favor, no me den palmaditas en la espalda, pueden manchar sus costosos trajes con mi yeso de hijo de albañil. Y, como dijo el poeta argentino Héctor Viel Temperley en un verso largo y terrible: «Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido». Que todo calle y escuche, y no pisen el silencio, Diario, ni en tiempo de elecciones, por favor (19:34:24).

miércoles, 6 de mayo de 2015



6 de mayo de 2015. Miércoles.
LA NIÑA DEL ABRIGO ROJO
 
La niña del abrigo rojo, en la Lista de Schindler. F: J. Kaminski 
 
-Anoche vi una película de escalofrío, alarmante por lo que denuncia, acusación lírica y pavorosa a la vez, y profética, porque vislumbra que, quizá antes que luego, pudiera repetirse esta misma página de Apocalipsis que en ella se describe. Ideologías y sistemas políticos como el nazi (nacionalsocialismo), de colmillo de lobo, feroces, nos acechan desde casi todos lados, desde ahí mismo, al otro lado del Mediterráneo, desde nosotros mismos. El Estado Islámico (EI). Nos viste el pasmo de lo terrible, dijo el poeta. Es un modo de decir que estamos indefensos ante cualquier ocurrencia totalitaria y diabólica, ciegamente salvífica, con un dios menor, el de la guerra, como inspirador y libertador. Anoche vi (otra vez) La lista de Schindler, esa obra de arte de la estupefacción y el pasmo ante la maldad sin causa, porque sí, donde se archiva lo del «el ser humano es bueno por naturaleza», un dicho que no llega a creencia, pero casi, y que no es verdad. El ser humano (o esa gracia divina, quizá, que fue), puede llegar a ser perversión, y lo es, y lo ha sido en tantos trechos de la historia, y lo estamos siendo. Desde Caín lo está siendo, o desde más al principio, desde la metáfora aquella de la serpiente dando a comer a la mujer una manzana perversa. La manzana de la soberbia y la hinchazón, o de un diablo coronado de humos: seré, quiero ser más (más que Dios: la Biblia); «Dios ha muerto», se dijo, y se reinventó en Hitler, y en Stalin, y en otros; y así un día y otro, hasta el suicidio colectivo. En Alemania, 1933-1945. En la Unión Soviética, 1941-1953. Y hasta hoy: el EI. De la película de Spielberg nos salva (me salva, hay salvación) la misma lista de Schindler (1.200 judíos salvados de las cámaras de gas) y la niña del abrigo rojo, que, con mirada perdida, limpia, de ángel asustado, es incómoda realidad (su inocencia) incluso para el ambiente en blanco y negro en el que se movía aquel terrible drama, aquella humanidad despavorida, sin más asidero que el de la fe, tal vez, o el de la muerte misma, para acabar, para dejar el sufrimiento en el cuerpo sin vida, donde ni el dolor, al fin, duele. Decía Octavio Paz, con belleza desesperada (o a punto de hallar asidero): «Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante / alguien me deletrea». Es enorme la noche, Diario, pero yo miro hacia arriba, intentando leer lo que las estrellas escriben, para intentar comprender (11:36:20).

lunes, 4 de mayo de 2015


4 de mayo de 2015. Lunes.
COLMADA DE PLENITUD
 
Madre Francisca, o madre excelsa. F: FotVi
 
-Pasado el día oficialmente mercantil de la madre, yo sigo celebrando el día personal y obligado de mi madre. Como cada día. La llevo en el recuerdo y en los labios; labios donde la pongo, diciéndola, con frecuencia. «¡Madre!», digo. Y, como el hueso de la cereza o el melocotón, y luego de haberla masticado, comido, exprimido durante toda mi vida, la encuentro todavía dulce y hermosamente amarga; es decir, madre almendra, almendra total. Murió con todo su ser de madre todavía y un poco de cuerpo y sonrisa (irónica) apenas. Bien mirado, y pareciendo tan poca cosa, era todo el universo, con todas sus verdades y misterios, y dilatándose siempre, enfebrecida por darse siempre. Y, habiéndolo dado todo, murió, sin embargo, colmada de plenitud. En su vejez (99 años y unos meses), apenas había ya cuerpo en ella; pero seguía habiendo madre, madre excelsa; es lo que sucede a estas personas únicas y varias, y memorables. Rezaba y rezaba («Seis rosarios y lo suelto», decía, al día) y casi nunca por ella; también daba los rezos, como había dado los ojos, las manos, los pasos, la vida. Y aun las lágrimas. Cuando murió su hijo Javi, su predilecto, pudo decir, con todo amor: «Ya no me quedan lágrimas para llorar». Y quedó llorando por dentro, donde las lágrimas arden. Y sin nada, murió rica, Diario; es decir, murió con todo lo que había dado. Gran riqueza la suya (20:15:04).

viernes, 1 de mayo de 2015


1 de mayo de 2015. Viernes.
CON ESTRÍAS BLANCAS DEL YESO
 
Mar laborioso, incesante, múltiple. Mar Menor. Los Alcázares. F: FotVi
 
-Aunque a veces saltara por los aires, de mi padre recuerdo, sobre todo, su bondad innata y sus manos grandes, como hechas de paz y dunas, con estrías blancas del yeso. Era albañil, como mi madre lavandera, y, con majestad de virtuoso (sin serlo), hacía acordes llenos y puros en la guitarra, como de lluvia cayendo, torrenciales. Era una caída bella de música y ritmo, la lluvia de sus acordes. Madre, por el contrario, tenía las manos más lisas y claras, y oficiaban mejor el tacto de la ternura. (En mis dos hermanos enfermos, sobre todo). No obstante haber sido tallada en dureza, era tierna sin embargo mi madre, como una roca con alma de cerezo y silencio, y pan. Un día le dije a mi padre: «¿Cómo es el mar?» Y extendió la  mano y la abrió, y dijo: «Así: el mar es plano y con olas». (Ya he dicho que tenía estrías blancas del yeso). Y siguió: «Sólo que más grande; el mar es mucho más grande, como el cielo, y tan azul». Y calló; y miró al infinito, y quedó paladeando sus palabras, soñador, repitiendo en sus ojos el mar que había descubierto en la mili. Allá, en Barcelona. Él, mirando al infinito, y yo, absorto en la contemplación de su mano abierta, dilatada, con destellos de fantasía. «¡El mar!» Y, cuando años más tarde lo vi, no sólo vi el mar, sino la mano de mi padre enorme, abundante, celeste, con estrías blancas de yeso (la espuma); y me dije: mano ruda de albañil el mar. El mar laborioso, incesante, múltiple. Hoy, día del trabajador, he ido al mar, Diario, y lo he mirado, y me ha devuelto a mis recuerdos, aquellos en los que me fui haciendo persona, ensoñación, fe, y el ahora que entonces era mañana (21:15:50).