domingo, 22 de noviembre de 2015

22 de noviembre de 2015. Domingo.
NO EJÉRCITOS

Ascensión de la fe, Catedral de Colonia. Alemania. F: FotVi

-Ido el anticiclón, se nos ha llegado un cambio de tiempo, feliz. Hemos pasado del «veranillo de San Martín» -insistente, dulce, sonoro de claridad- al otoño, vecino del invierno, donde el sol, cuando surge, parece llorar gotas con temblor de frío en su anillo de oro otoñal. Como el cristal del vaso de cerveza en verano. Entre tanto, sigue el escarnio islámico en Malí, en Nigeria, en Bagdad, en Siria, en Kenia. En su mayoría, se trata de cristianos masacrados. Malí, que es la pobreza que clama, ha sido golpeado en la industria donde su economía halla un pequeño alivio económico, el turismo. La estela del yihadismo islámico es la muerte. Y es que menos el odio, todo se enfría, incluso el sol. La huella del otoño son las hojas caídas del árbol, que vuelven a tierra, no para morir en ella, sino para fecundarla; renacen; al contrario que el odio, que es muerte, declive, terrible perversión siempre. Esta mañana, en la misa, hemos pedido -oración, no ejércitos- por un mundo en el que quepan la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor, la paz. La paz, no la que llega como pájaro mojado tras la guerra, sino la que nace, exuberante, del amor. ¿Ilusión, ingenuidad? No, Diario, fe; fe en Dios -soy creyente- y, por lo mismo, también fe en el hombre, o en la idea más brillante de la mente de Dios. ¡Fe! (18:27:55).

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