lunes, 7 de noviembre de 2016

7 de noviembre de 2016. Lunes.
PÁGINA DE DIÁLOGO

Poema en silencio, en el jardín. F: FotVi

-Vuelvo al domingo, con una nueva misa en mi haber. Una misa impresionante de silencios. Y es que los silencios, a veces, también son rezo, página de diálogo, cántico abierto al cielo. Son silencios que hablan, que laten a través de los ojos, en los ojos que dicen. Como los ojos del niño, como los ojos del pobre, como mis ojos cuando no encuentran las palabras y miran todo. A veces los silencios son más expresivos que el tumulto de las palabras. El poema empieza cuando se cierra el libro, al hilo de los silencios que siguen a la lectura. Dices el poema, y, en el silencio, queda el poema, permanece, o se esfuma, se difumina. Pienso en el humo del cigarrillo. Sin contenido, en el silencio que sigue a la lectura, el poema cede y queda en nada, se hace una flor de un día, pájaro sin canto. Pues concelebro misa con otros cuatro sacerdotes, una misa llena de silencios, de ojos bajos. De reflexión. ¿O quizá de cansancio? ¿O el arder del espíritu va por dentro? ¿El espíritu, pira, arde sin ser visto? Mientras, como diría Octavio Paz, «estamos condenados a matar el tiempo». Y, mientras esto ocurre, y aunque el espíritu llamee interiormente, el tiempo nos descubre debilidad, vacilación, jadeo. En todo caso, Diario, cinco sacerdotes ancianos -en una misa distinta, de alas que no se oyen, pero están-, celebramos la resurrección. Y todo porque sabemos -con Octavio Paz de nuevo- «que morir es ensancharse», es irse de vuelos a otra parte (18:07:29).

2 comentarios:

  1. Siendo excelso el poema, Vicente, el silencio es meditación. Poemas bellamente engalanados con tu pluma magistral son tus conversaciones con tu Diario. Luego, tras su lectura, nos metes en el silencio para meditar, para darle vida a vuestro diálogo, tan pleno de sabiduría, tan profundo, tan salutífero para almas inquietas, tan...

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  2. Perdona, José María, por no contestarte antes, he estado sin poder acceder a internet tres días, lo que ha hecho que me aparte del mundanal ruido de la informática. Gracias por tus palabras, que me animan a seguir dejando escritos mis pensamientos, que no son más que reflexiones de un anciano, ya, que, de vez en cuanto, medita lo que oye y también lo que se dispone a decir. Un abrazo tan grande como tu buen corazón.

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