martes, 28 de febrero de 2017

28 de febrero de 2017. Martes.
ÉXODO

Éxodo de cristianos, en el Sinaí. Egipto. F: Prensa Latina.

-En el Sinaí, donde ocurrió uno de los primeros éxodos habidos en la historia de la humanidad. Aquel éxodo que guiaba Moisés con la autoridad de un bastón de pastor y los ojos puestos en el cielo que señalaba el camino y, que, en días de apuro, les daba de comer. El maná sabía a rocío y a pan, y a obleas con miel, y a tortas aceitadas. Dice el Talmud Babilónico que el gusto variaba según quien tomara este cosa bajada del cielo: miel para los niños, aceitunas para los jóvenes, pan para los mayores. Distintos sabores para un mismo bocado. Y hoy, sin que haya apenas cronistas que lo relaten, otro éxodo perturba el Sinaí. Cualquier éxodo es una salida del miedo, del faraón que esclaviza, del hambre, de la muerte. Y este nuevo éxodo responde a estas tristes y terribles circunstancias. Hay miedo, hambre, muerte; hay espanto. Y se produce la huida de cristianos coptos en Egipto. Del Sinaí a Egipto, al revés de la otra vez; sin saber si hallarán la tierra prometida, sin maná que llene sus sueños, sólo con lo puesto. Y la mirada a la espalda, por si los persiguen. Con los niños y lo poco que pueden sacar de sus casas al hombro; los niños, lo que más pesa y duele de la pobreza. Lo que hace llorar a su corazón. Un éxodo que no tendrá film que lo fotografíe ni biblia que lo perpetúe, un éxodo de silencios y sombras, con solo alguna iglesia acogedora, y alguna risa inocente de niño. Ricard González, en El País, da cuenta de este éxodo de ojos perdidos, de brazos sosteniendo a un niño, de fe en las pisadas. Ricard González escribe el éxodo de estas familias cristianas, que ponen su fe en las pisadas, y en los sueños; fe, Diario, que mueve a la esperanza, quizá (19:00:16).

domingo, 26 de febrero de 2017

26 de febrero de 2017. Domingo.
CONCIENCIA NEGRA

Tumba sumeria saqueada, en Dhahir, en Irak. F: Holly Pickett

-Después de tantos días con nubes hechas de arcilla, como barro de alfarero, sale el sol y se agradece. Y sale, desgajando nieblas y dando ímpetu y floración al árbol. El árbol, que empieza ya a mover sus entrañas; entrañas, que serán flor y luego hoja. O pintura sólida: el blanco y el verde, paletadas vibrantes que embellecerán el paisaje, y las miradas. Llenar una mirada de paisaje: o alegrar lo ojos y encender el alma. Todo es uno, como el corazón en la boca cuando dices luz, o puerta abierta, o me voy con los pájaros a volar. O a soñar. Mientras, me aterra esta noticia que leo: la destrucción sistemática y el expolio de ciudades milenarias en Siria y en Irak, como una demolición del pasado, de nuestras raíces históricas. Allí comenzó todo, en esas piedras, en esa realidad histórica destruida: las palabras (esa luz en la lengua), o la escritura (esa otra luz posada en el pergamino o en el papel, diciendo, aleteando, mordiendo, gritando en él), o lo que es la humanidad toda: su epopeya, su voz, su misticismo, su liberación ahora postrada. Pero lo peor está en que hay quien en Europa, en Estados Unidos, y en otros países, compran estas reliquias, estos dones del pasado: los perversos traficantes de todo, o el infernal mercado negro; negro como el tizón, negro como el vómito de un váter, negro, en definitiva, como una conciencia negra. ¿Podrá haber, Diario, algo más abismal, más tristemente oscuro, quemado, rabioso, envilecido, que un conciencia negra? (12:47:56).

viernes, 24 de febrero de 2017

24 de febrero de 2017. Viernes.
SEDA

Seda, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Y vino la justicia y puso a cada uno en su lugar: a unos, más en su lugar que a otros. Al indigente, en su indigencia; al pudiente, en su silla de pretor. La justicia, que dicen ciega, es, sin embargo, sensible: y huele, y oye, y sabe si la mano que estrecha es rugosa o lisa, y si el que pisa la moqueta donde ella ejerce, arrastra los pies o anda firme, haciendo ruido al pisar, como una descarga eléctrica. La justicia, que no ve, si advierte dónde puede haber peligro, y adelanta la nariz y olfatea dónde está la pólvora, y, allí, evita encender la cerilla. La justicia, aunque ciega, siempre da en el clavo, o con martillo o con guante de seda; pero esta vez, Diario, solo con seda, y sin guante (20:09:51).

jueves, 23 de febrero de 2017

22 de febrero de 2017. Miércoles.
COMENSALES DE LA LENGUA

En un lugar de la Mancha, en el Quijote. F: FotVi

-Recuerdo el tiempo en el que, o bien porque entendía el autor que todo el mundo sabía latín, o bien porque el que escribía era muy sabio (o muy pedante, perdón, que no se oiga), en un escrito en castellano, viniera o no a cuento, se metía un latinajo. Saber latín, entonces, era un galón, un signo de distinción intelectual, lo mismo que ahora el de dar la sensación que te manejas en inglés. Escribes y, si no pones dos o tres frases en inglés, el escrito es una fatalidad literaria. Si, hablando del paro, no pones un apparatchick (no haber tenido ningún trabajo); o hablando mal de Trump, make America great again (que América sea grande otra vez), o esto otro: Trump go tower (Trump a la torre); o del acto de fe del emigrante, i will survive (sobreviviré); si no dejas tiradas unas cuantas frases así por el escrito (sin traducción, por supuesto), eres un lerdo escritor junta-palabras que no mereces la más mínima consideración o deferencia. Y es que se considera que, si escribes como un recopilador de cagaditas de mosca (las letras), que vas poniendo una detrás de otra, hasta formar palabras (en español), que suenan a «algo», pero que, si no se aclara con un adorno en inglés, nada dicen o dicen muy confuso. Es lo que, por la visto, piensan estos escritores, cuando cogen el inglés y lo van espolvoreando por un escrito como si fueran las especias o la sal que dan sabor a un cocido. Yo, sencillamente, protesto, como lector y como escribiente de esta lengua, que no es vieja, sino eterna y, como diría en un antiguo artículo Francisco Umbral: «a ti dedico hoy mi crónica, viejo idioma que te repristinas cada día, señor feudal de las lenguas (…), herramienta de Dios (…), corral de los cafés, guirnalda de Cernuda y Garcilaso, actualísima voz de las muchachas». No desprestigiemos el castellano con voces traídas de otras lenguas, que a ésta, Diario, le sobran pan y plato donde sopar, sin que falte, por muchos que sean los comensales (19:32:53).

miércoles, 22 de febrero de 2017

21 de febrero de 2017. Martes.
EL LIENZO DEL PAPEL EN BLANCO

Sin vuelos, en Torre de la Horadada. F: FotVi

-A veces pienso que no voy a escribir más, lo pienso, y lo hago: escribo. Ir contra corriente es algo que me provoca y me llena la mente de acacias y otras historias, como echar migajas de pan a las palomas y que vuelen para mí o para alguien necesitado de vuelos, para un paria. O plantar una semilla y que crezca y se haga algo que siente, que oye, que dice. O no dice; solo está. Dice Eloy Tizón, autor de un libro terrible, hermoso, concluyente -Velocidad de los jardines-, que escribir es «llenar un hueco», «cubrir un vacío». El hueco o el vacío que siempre hay en un papel en blanco. Si miras el papel en blanco con detenimiento, verás que allí, en su interior infinito, hay cosas que se mueven y voces que, si pones el oído, se oyen. Y oír la sima de un vacío es algo impresionante, te hiela. Bien sea la sima donde andan las estrellas o las simas de la tierra, donde clama: o el agua de los torrentes o las musarañas. Y luego escribirlo, ponerlo tal cual es en el lienzo del papel en blanco. Como el pintor, con sus colores siempre nuevos, inquietos, siempre temblorosos por la emoción de cómo los dispondrán. Disponer letras en un papel, como colores el pintor, es una luz que brilla entre los dedos del escritor, como un acontecimiento de puzle por componer. Disponer, letra por letra, las palabras, y, palabra a palabra, el conjunto, es una aventura de orfebre del lenguaje para que éste brille y subyugue, e irrite, a veces, y conmueva siempre. Y llegue al lector con la pureza del agua y la claridad de un alma infantil. Hoy, Diario, quizá no diga nada interesante: nada de niños con hambre ni de la fe con obras, nada de Dios y sus silencios (o sus miradas, ¿mira Dios?, ¿desde dónde?), pero sí digo lo hermoso y terrible que es escribir, y lo cruel que es no hacerlo, pues en hacerlo, encuentras tu libertad y el tono del himno que cada día le haces a la vida, y que, desde la libertad, te llena de asombro, de pánico, con escalofríos de ave que vuela (11:26:45).

domingo, 19 de febrero de 2017

19 de febrero de 2017. Domingo.
MARY´S MEALS, O (LAS COMIDAS DE MARÍA)

Pan y escuela, en el mundo. F: Europa Press

-Hay murallas de piedra y murallas de sentimientos. Aquellas se construyen con cimiento de mortero y rocas, y éstas, con latidos y carne del corazón. Las murallas hechas de piedra y mortero son derribadas o, si perduran, se llenan de hierbas y lagartijas y quedan, como dato histórico y nostalgia, para la posteridad; las hechas de corazón, sin embargo, son más duraderas y más terribles, se establecen donde los sentimientos, y allí cortan y dividen, hasta matar. Cuando se cierra el corazón, es como si se cerraran todas las cárceles del mundo -y de la fantasía- hacia adentro, y con alambres de púas hacia el exterior, que pinchan y desgarran si se tocan. Es lo que está ocurriendo en el mundo, y en la Europa eufórica de hoy, en la Europa recostada en sí misma, en su decadencia espiritual y solidaria. Gritan las murallas coronarias que cierran Europa, que cierran su entrada a la migración. Sin embargo, hay latidos que se oyen a veces y están sonando: o en las calles -manifestaciones-, o en hechos concretos, relevantes, de solidaridad. Empiezan a caer murallas. Leo: «Cómo alimentar a un millón de niños desde un cobertizo», y entro, al trapo, de considerarlo y admirarme. Una ONG, la Mary´s Meals (Las comidas de María), ha logrado este milagro diario de dar de comer en cobertizos a miles de niños de la calle. Un pedazo de pan, y la escuela; o un plato de comida, y matemáticas, geografía, gramática, lectura…, y, si cabe, un poco de Dios, con el bocado al pan. Un tal Magnus Macfarlane-Barrow tuvo esta idea: primero el pan con algo que lo acompañara, y luego la ciencia, como júbilo y lumbre para el espíritu, como liberación de la mediocridad; y la apertura además de nuevos sueños encendidos, donde se reconstruya cada día el mundo y se haga la luz. De Magnus fue la idea, y de miles de voluntarios, la continuación, la consumación del milagro: y así, Diario, pudieron multiplicarse los panes, y las sonrisas, y recuperar los juegos de los niños en las calles, con luces en los ojos (18:55:26).

jueves, 16 de febrero de 2017

16 de febrero de 2017. Jueves.
LECTURAS

Don Francisco de Quevedo, de serio.

-A veces me pierdo en las lecturas, y es que uno, con frecuencia, no sabe qué leer. Y más a mi edad. (¿Para qué leer tanto, qué vas a saber más de lo que sabes? Recuerdo a mi madre allí sentada en aquel sillón azul, pendiente de mis idas y venidas, y de si abría un libro o una carta, o si me ponía a escribir o si quedaba en silencio contemplando la nada habitada, la adversidad, los sueños: todo me lo llevaba cariñosamente en cuenta, con discreción, con sabiduría de madre: la abuela Francisca). Cada día aparecen y desaparecen libros como monedas o cartas en las manos del prestidigitador, libros que aturden, o que deslumbran, o que simplemente pasan de largo, sin herir, sin darte alas, con la inocencia de un papel en blanco. Pasas por el escaparte de una librería y te quedas mirando títulos y más títulos, con sus colores y un trocito de crítica siempre a favor, el último clamor literario, dicen las críticas, el último hallazgo inmenso. Y me río. El escritor es el pintor de palabras que dicen cosas, para que existan, para que luzcan; las amolda a un relato, a un poema, y así se dicen, bellas y humildes, las cosas, que en el libro siempre te están hablando. Los libros, aun cerrados, hablan, mientras meditan lo que llevan dentro. Cada vez me cuesta más elegir un libro para leerlo: ¡son tantos los libros y tan poco el tiempo! ¿Qué leer, me digo? Volveré a los clásicos, y me fijo en Quevedo, en su Historia de la vida del buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños. ¿Para qué irte a buscar al bosque, Diario, que no te deja ver los árboles? (19:58:30).

martes, 14 de febrero de 2017

14 de febrero de 2017. Martes.
ONDAS HERTZIANAS VOLADORAS

Captando ondas, en Torre de la Horadada. F: FotVi

-Siempre hablo de la mañana: de su la luz, o del apagón que supone un amanecer nublado; hablo de su esplendor o de su tizne, de su alegría o su melancolía. Si la mañana es dulce, alegra; si acre, entristece. Es como si se mordiera una naranja y un limón: si una naranja, se te llena la boca de mariposas; si un limón, parece que mordieras hormigas feroces, todas hechas un lío de patas en la boca, un nudo casi imposible de desatar. Pero ¿y de las tardes? Apenas se me ocurre decir algo de las tardes. De las tardes limpias y coloreadas o de las tardes hechas de oscuros y amenazas. Las más aptas para fotografiar, sin embargo, son estas últimas, cuando el cielo parece desplomarse y se convierte en una cortina de hollín que se cae sobre la tierra. Pensaba todo esto ayer, mientras se celebraba el día Mundial de la Radio, la que corre por los Cerros de Úbeda y pasa de valle a valle, metiéndose en cada rincón del mundo como un dulce virus de palabras que silabean el bien o el mal, la paz o la guerra, el amor o la destrucción. Y la hora. Recuerdo aquellas mañanas en Radio Nacional del Sureste, cuando con Francisco Alemán Sainz hacíamos artículos a medias: él un trozo y yo otro. Era como repartirnos un tesoro: una moneda para ti y otra para mí, o intercambiar cromos. Se trataba de los artículos que nos encargaba el director a media mañana. Los otros, los de cada día, mis meditaciones, esas las llevaba yo bien hiladas y las decía, grabándolas, a las 7 de la mañana, durante cuatro años. Quiero decir, Diario, que yo también he puesto mi granito de arena en esa aventura de las ondas hertzianas voladoras, que, al dar en una antena, se quedan allí cogidas como el pez en el anzuelo, diciendo cosas, con música, y humildes, con la humildad y la grandeza de la palabra (19:14:13).

domingo, 12 de febrero de 2017

12 de febrero de 2017. Domingo.
LO DESCONOCIDO

Sean del color que sean, hay lugar para todos, en el jardín. F: FotVi

-Amanece un domingo gris; como una mala conciencia o un mal de ojo, bisojo. Quiero decir: apunta un día emborronado, con amenaza de lluvia, triste. Día como de ceniza removida. Se persiguen unos pájaros allá abajo (contemplación desde un 8º piso), gorriones y verderones, creo, y un mirlo. No cantan, solo persiguen algo que no veo. Quizá persigan el hambre, que es su enfermedad invernal. El hambre, que agudiza la visión y, si no, el olfato, como al pícaro ciego del Lazarillo de Tormes. Con hambre, lo que no se ve, se huele. Husmeando, dirigiendo la nariz y el mentón hacia donde se atisba el pan o el potaje. Con una relamida de la lengua antes de probar el festín, aunque sea mínimo. De ahí las migraciones, las multitudes de gentes buscando cobijo y un plato de comida caliente, con un rizado vapor de humo alentador. Siempre el humo tira de sí hacia arriba: su intención es tocar el cielo. Aunque, luego, antes de tocarlo, se disuelva. Sin embargo, no deja de ser un gesto de esperanza: se trata de dar un paso más allá de la monotonía y el estarse donde se está, sentir un ápice de impulso que te saque de la ciénaga donde te ahogas, y luchar por la fruta que tienta en el árbol como un deseo pecaminoso, estirando la mirada y los brazos, y el golpe de gusto anticipado en la garganta. Hoy, día de Manos Unidas, me aposto a la puerta de la esperanza por ver si llamando una y otra vez, y hasta romperse los nudillos, hay alguien que  abra la puerta de la fe en una humanidad más cercana, más atareada en cosas importantes, menos dada a la división y al miedo, al odio irracional de desconfiar de todo lo desconocido. Lo desconocido, Diario, hace a veces el milagro de encontrarte quizá con una tierra y un cielo nuevos, donde luzca un sol limpio, donde hayan amor y condescendencia, o el milagro de sentarse a la mesa y comer un poco de pan juntos, sin calambres egoístas, sin recelos en las miradas (13:08:57).

viernes, 10 de febrero de 2017

10 de febrero de 2017. Viernes.
ASOMBRO DULCE

Gusto crujiente, caído del árbol. F: FotVi

-Me pongo a escribir de mañana, y, de pronto, me alumbra el sueño en los ojos, me da con los nudillos en los párpados e intenta eclipsarlos: la placidez entonces se instala en todo mi cuerpo. Una especie de nirvana soñador. Un nirvana liberador de sufrimientos, un estado de felicidad suprema. Algo así como morder una manzana y no pensar en nada que no sea su gusto crujiente y sabroso, su delicioso aroma y textura. (Mastico -pienso- y se me llena la boca de un asombro dulce. Me relamo). De pronto, abro los ojos y me doy con internet, que me llama, mientras sigo con el regusto de la manzana en la boca. Y en internet, las noticias son o malas o regulares. Aunque alguna, no obstante, puede salvarse. Leo casos de condenas: el Gürtel: Correa, El Bigotes, Crespo, malvados; casos de juicios: el fiscal que le dice al señor Mas: «Este juicio también es democracia», por lo visto dudaba el señor Mas (duda interesada de un pícaro malandrín); Trump y sus bravuconadas, de altos decibelios, que asustan, pero solo a los timoratos; en unas maniobras del Ejército, cuatro heridos, consecuencia de emplear fuego real en una guerra de mentira; Cataluña no negocia, pero el Estado tiene que pagar sus deudas, son listos; en lo lejano, en el cielo infinito, descubren un puente de estrellas que conecta dos galaxias, noticia que alegrará mucho al que duerma esta noche en la estación del metro: en la soledad de su sueño celebrará que exista este puente de estrellas, por el que se verá transitando hacia vida más benigna y compasiva; y una frase que salva a la prensa y su noticiario de tanta perversidad: Carolina Marín -oro en Brasil-, dice: «El oro lo conseguí yo, pero es un logro de este país». Se refiere a España. Y a mí, que apenas soy algo que respira en «este país», me da por emocionarme e inicio un aplauso,  que nadie oye, salvo mi corazón agradecido. Como ves, Diario, todo son juicios, condenas, vilezas, cosas amenazantes, mentiras, medias verdades, alguna verdad (Carolina Marín), por lo que intento volver al nirvana soñador, y ya no puedo, no hay manzana que morder que asombre mi boca de clamor goloso, y sí hay algo que me dice: «Mortal, ha pasado tu hora», y me siento atrapado, sin remedio, en esta levedad ilusa -crédula- que es la vida (19:26:15).

martes, 7 de febrero de 2017

7 de febrero de 2017. Martes.
EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

Ángel, en la Catedral de Murcia. F: FotVi
-Vienen las cifras, y si las vives, te marean, te aturden. En una sociedad de números -mientras 702 millones de personas viven en el mundo en condiciones de extrema pobreza; hay solo 2.000 multimillonarios (para ser considerado multimillonario hay que poseer al menos 1.000 millones de dólares en la cartera o en el banco); y 8 de estos multimillonarios (8 solo) acumulan más riqueza que la mitad de la población del mundo más pobre-, los números cantan, y aterran. Y como se trata de una sociedad de número y estadística, se nos hacen ver números por doquier: en grandes acontecimientos deportivos y en otros de sociedad o políticos. Los números, como firma o rúbrica del espectáculo: a más números, más circo, más demostración de músculo festivo, más bulla. En el Super Bowl, donde se dirime la supremacía del fútbol americano, hubo 77.000 espectadores en directo que pagaron 4.287 dólares por asiento, el show de Lady Gaga en el descanso -trece minutos y medio- costó 10 millones, cada anuncio de 30 segundos, 5 millones, y vieron el acontecimiento 111,3 millones de espectadores. Y se mueven 4.500 millones en apuestas. También causan dolor de muelas -y de cabeza- las cifras de la comida y bebida consumidas durante el domingo del Super Bowl: más de 1.000 millones de litros de cerveza, 12,5 millones de pizzas, y 1.200 millones de alitas de pollo. Pobres pollos y pobres, pobres, que contemplan todo este derroche desde la agonía de verse morir o de golpe (los pollos) o con la lentitud de la pobreza, y todos los días, no una sola vez al año. Que el ángel de los números de Alberti, Diario, nos proteja de tanto número inicuo y tanto espectáculo inservible y grotesco, porque «en las muertas pizarras, / el ángel de los números» sigue «sin vida, amortajado, / sobre el 1 y el 2, / sobre el 3, sobre el 4…» Amortajado (19:15:23).

domingo, 5 de febrero de 2017

5 de febrero de 2017. Domingo.
LUZ PAN

Hacia otro horizonte, en Pärnu, Estonia. F: FotVi

-Para nuestro mundo oscuro, donde abunda la tiniebla -o el hambre opaco, la sed lóbrega, el silencio negro, la mirada hosca, las manos umbrosas, los pies eclipsados, la esperanza borrosa, la brutal guerra-, un poco de luz: un poco de luz pan, de luz agua, de luz palabra, de luz mirada; un poco de luz manos, de luz pies, de luz esperanza, y un poco de luz paz, con palomas por el cielo. Un poco de luz y un poco de sal. La sal que sazona, que aliña, que condimenta, que perfecciona, que sala sin herir. Hoy, domingo de la luz y de la sal, ¿por qué no coger un poco de tu luz y tu sal -de tu pan, tu agua, tu palabra, tu mirada, tus manos, tus pies, tu esperanza, tu paz, tus palomas en el cielo- y ofrecerla al que te la pide, quizá sin palabras, pero con una actitud de súplica y de petición, y sin alargar la mano? Cruza tu mirada con el que necesita luz, con el que necesita sal, y dale la oportunidad -con tu ayuda- de encender su cerilla, su luciérnaga, y así poder caminar sin hiel hacia otra patria, hacia otro horizonte, donde no haya niebla y las noches solo valgan para descansar de la labor de la jornada, sin sobresaltos, sin miedos, y como pausa hasta que se abra en el cielo el sol de justicia que alumbra a todos sin parpadeos, hidalgamente, con alas que cubren el vuelo de las aves migratorias. Hacia otro país, Diario, hacia otra luz, aun ideal, y que, en la oscuridad, les haga ver, alcanzar, volar (13:01:13).

sábado, 4 de febrero de 2017

4 de febrero de 2017. Sábado.
FE SENCILLA

San Blas, en la Catedral de Dubrovnik, Croacia. F: FotVi

-Ayer, en San Blas, gocé de la religiosidad llamada popular, y que no es menor que la otra fe que se dice de élite o llena de meditación y liturgia, llena de racionalidad teológica. O la fe que llevan de libro en libro -ensayos los llaman- los que se consideran entendidos en la Escritura y en las controversias de escuela, intelectuales estos abiertos a la exposición de sus dudas y artificios científicos en facultades y movimientos. A veces, sin un espíritu vivo. O con un espíritu vibrante, pero envuelto en la frialdad del dato y la cita, del tratado teológico. La religiosidad popular es creencia revestida de vida cotidiana -gastronomía, indumentaria, ritos de paso, folclore…- y de afirmación o fe sencilla. La religiosidad popular quizá no escriba tratados, pero expresa lo que siente, o lo que le dicta el gran tratado de la vida. San Blas es una de estas fiestas religiosas llamada popular, y capaz de convocar a gentes que rezan, comen y se divierten. Es lo que caracteriza a estos festejos del pueblo. San Blas, en su caverna del monte Argeo, Turquía, quizá no pensara en nada de esto, pero los santos son lo que son -defensores de la verdad, de la justicia, de la misericordia-, y luego lo que el pueblo quiere. O eres santo de tratado teológico, o santo del pueblo. O los dos modos a la vez. Y San Blas, por su condición de médico y por algún prodigio que se le atribuye, es protector de las enfermedades de garganta y santo de altar y de pueblo. La invocación a San Blas y un buen vaso de zumo de naranja con miel te mantienen libre de catarros y toses durante el invierno. Yo, a esta religiosidad popular, la suelo llamar la fe del agnóstico, que dudoso de su fe sigue, sin embargo, fielmente a San Blas (o a la Virgen del Rocío). Es un decir. Un servidor desea participar de ambos tipos de religiosidad: la de los libros y la popular, para -de un modo si se quiere egoísta, y funambulista-, no errar el tiro, y así dar en el blanco de la fe que salva. Y mientras tanto, decir con Marina Tsvietáieva, la mejor poeta rusa del siglo XX: «Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas, / … y con ella, te doy mi corazón». Mi corazón, Diario, que suena a fiesta (11:39:29).

jueves, 2 de febrero de 2017

2 de febrero de 2017. Jueves.
LA AÑORANZA

Mirando al mar, en Lo Pagán. F: FotVi

-Dos de febrero; es decir, ya nos hemos echado a la espalda el mes de enero. Y pasamos dos días del siguiente mes. La vida es un fardo que nos pesa. Nos hunde hasta postrarnos. Un fardo de días, horas y minutos. Un mes: 44.640 minutos, aproximadamente. Y segundos, no digamos. Un fardo de sueños no cumplidos, de heridas por cicatrizar. En todo caso, algún pájaro alcanzado al vuelo de los cien que surcan las alturas. Los días pasan como árboles de un bosque tras una ventanilla de tren. Si te fijas sin parpadear, enloqueces. Mejor es distraerse, pensando en lo grato de la llegada: cuando bajas y besas y te besan, o te aprietan en un abrazo. Lo peor es llegar y que no haya nadie que te mire, ni te diga ¡qué tal!, o ¡qué bien te veo! Pero todo esto son divagaciones de un viejo. Es mejor pensar que mañana es San Blas y viajo a La Ribera, junto al Mar Menor, mi mar que algún día soñó con ser océano. Allí, Diario, me encontraré con la añoranza, que apostará conmigo a recordar recuerdos (19:50:40).

miércoles, 1 de febrero de 2017

1 de febrero de 2017. Miércoles.
AMANDO

Insinuándose, tras el muro. En Heidelberg, Alemania. F: FotVi

-Escribir de las cosas del mundo, grandes y pequeñas, de las escondidas en una concha de ostra o de las abiertas al asombro como un racimo de estrellas, es un deber del que coge la pluma y hace aparecer palabras que dicen estas cosas sin otra vocación que las de decirlas. Decir cosas, ponerles nombre, calificarlas, obligarlas a verse así reflejadas en ese nombre e iluminadas en ese adjetivo, es la razón de ser de todo escritor. Y, en esas cosas que dices, dices a Dios, aunque no lo nombres. Hay quien me advierte -seguramente con buena intención- que nombro poco a Dios cuando escribo, o sencillamente que lo ignoro. Y lo hacen porque desconocen que toda palabra que se escribe o dice con amor, es palabra inspirada por Dios. ¿Puedo decir luz, o tiniebla, o amigo, o mar, o silencio, o tormenta, o pájaro, o niño, o inocencia, o incluso guerra, etcétera, y no estar hablando de Dios? Y he dicho incluso guerra, porque se puede hablar de guerra, pero pensando en la paz. Y si yo digo reloj, estoy dando la hora con Dios. Y si miedo, estoy escondiéndome y escondiendo a Dios, lo que no debe gustarle. Y si digo libertad, estoy rompiendo cadenas con Dios, y dejando que brille el otro lado llameante de la esperanza. Al menos, era la creencia de Leibniz, que decía que Dios está en todo. Y Santa Teresa, la que intimó tanto con Dios que llegó en alguna ocasión hasta al extremo de reñirle: «Queda la sensación -decía- de que Dios también está en el viaje con nosotros». O Vincent van Gogh, el pintor de los bellísimos manchurrones amarillos: «Siempre he pensado que la mejor forma de conocer a Dios, es amando muchas cosas». Creo, Diario, que siempre que escribo la palabra amor, estoy sacando a Dios a relucir, sacándolo del anonimato (18:59:04).