domingo, 21 de mayo de 2017

21 de mayo de 2017. Domingo.
CAMPANA

Campana vegetal, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Me asomo al balcón y, por fin, puedo tocar la paz, y la claridad, y el canto del pájaro. Abajo -octavo piso-, los árboles, y arriba, las nubes. Que casi también llego a tocar; me falta poner un pie en una y luego, de ésa, saltar a la otra; pero, no: son el estrado donde pisa el pie de Dios. Un pie místico e invisible, que, sin estar, está. Oigo la campana de una iglesia cercana y su sonido, por su tañer pacífico y dócil, casi aldeano, casi silvestre, resulta amable. No daña al oído. En todo caso, algo contrario a la estampida pavorosa de los ruidos de ayer. Mientras los ruidos de ayer te sacaban de ti, te invitaban a la locura, Diario, el sonido de la campana, te conduce a tu intimidad, a tu centro, al recogimiento, donde tú vives y sueñas, y haces mundos nuevos (18:41:02).

2 comentarios:

  1. Vivo cerca de la Iglesia. Miro el campanario y siento una atracción casi irresistible de solicitar de las autoridades religiosas un tabernáculo junto al broncíneo sonido como el de la Transfiguración para alentar al badajo a que llame a la presencia de Dios a tanto despechado contra la religión. Sin vista de árboles, pero sí adorando los pies invisibles de Dios saltando de nube en nube.
    A veces, Vicente, este fuego, sin embargo, pierde fuerza y de rescoldo pasa a ceniza.
    Que sigan las campanas atronando los cielos.

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  2. Qué idea más bella la tuya, José María, que sigan las campanas atronando los cielos: será señal de que vivimos cerca de Dios y con libertad de pensamiento, y de religión. Que vivimos la paz. Y Dios "saltando de nube en nube", indicándonos el mejor camino a seguir, el más seguro.

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