martes, 18 de julio de 2017


16 de julio de 2017. Domingo.
LA MAR PEQUEÑA

-Se abre la fiesta en San Pedro del Pinatar, como se abre un libro. Con mimo, con dedos sabios y luz en la mirada, con dedos de modular arcilla, dedos industriosos. Una fiesta de tierra y mar, de Virgen y Salve marinera. La imagen de Nuestra Señora del Carmen camina primero, como romera, de San Pedro a Lo Pagán; la sigue una multitud, que entona vivas. Luego la suben a una barca para que ande sobre las aguas de la mar pequeña (el Mar Menor, que, como dice el poeta, «un día soñó con ser océano»). Como Jesús, aquel día de tormenta, en el lago de Genesaret, cuando el miedo de sus apóstoles. El miedo, o ese bicho roedor que anda por los ojos y por el cuerpo, y que, con gestos de abandono, te hace gritar. El miedo empuja al grito y este lo expresa, lo dice; y si hay una mano entonces que te coge y te salva del miedo, sacas el gozo y lo expresas, asombrado, con los ojos muy abiertos. Hoy, al decir Carmen, se me hace la boca agua y música de cuerda el corazón. Lo mismo que al mar, lo mismo que a miles de personas que han rezado en silencio y que, en las recogidas aguas de este mar (que se nombra por lo que es, Menor, sin ningún adjetivo más), han vitoreado a la Virgen y la han celebrado con lágrimas y con aplausos, y con silencios. Los silencios de las miradas y de la oración. El silencio de la contemplación. Silencio roto por la Patrulla Águila, que la ha vitoreado desde el aire con sus acrobacias y los colores de la bandera de España, como signo de otra adoración más etérea y espectacular. Luego, de madrugada, Diario, la Virgen ha vuelto a San Pedro, con más paz y menos ruido, pero pensando ya en la vuelta a Lo Pagán, el año que viene…, si Dios quiere (11:16:39).

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