CRÍTICAS A MI OBRA
I
AL LIBRO «DIOS SE LLAMA FORASTERO»
Con temor y casi sin esperanza, había enviado mi libro Dios se llama forastero, Premio «Polo de
Medina» 1963, que otorgaba la Diputación de Murcia, a la redacción del
periódico ARRIBA, a la sección Los
domingos de ARRIBA. Buscaba una crítica, ni buena ni mala, sólo una
crítica; que me leyeran y dijeran algo de mi pequeña aportación, en forma de
libro, a la poesía. ¡Mi primer libro! Y sucedió: hubo alguien (Rafael Morales,
un poeta en el esplendor de la llama de la poesía del momento), que perdió (o
ganó) un tiempo en leerme y luego emitió un juicio (juicio no muy caluroso, por
cierto); pero juicio, al fin y al cabo, que agradecí como un niño agradece la
primera letra del abecedario que alguien le prende de los labios para que la
diga. Yo tuve conciencia de haber aprendido mi primera letra –la m, el puente– en el Colegio de las
Hermanas de la Caridad, en Molina de Segura, calle Nueva; la monja que me la
enseñó se llamaba Sor Matilde: era sabia y guapa, y tenía aires de bello
torbellino, con aquella voz de laurel y manzana. Andaba tan deprisa que parecía
ir delante del sayal azul que la cubría del cuello a los pies, y los pies se le
escapaban por sus bajos; por culpa de la cofia, entraba de lado por las puertas
y todo formaba parte del torbellino, hasta las mismas puertas, que se volvían a
mirarla y eran viento con ella. Su mirar, el de la monja, era mirar de madre, y
yo, quizá por eso, la amaba, y la amaba como algo comestible, como se come a
una madre, a besos, por ejemplo, o un libro, página a página, gustando la belleza
y el asombro del libro, siempre aventura. O sea, lo que quiero decir es que la
crítica de ARRIBA me emocionó y fue algo que me animó a hacer más versos, y ver
si así daba en alguno con la poesía, ese don, ese misterio de luz y sombras que
revisten a la palabra y a sus silencios y que provocan emoción, y, a veces vida,
como una recién estrenada creación. La fábula, como diría Rudyard Kipling -y corroboró
Borges-, la he inventado yo, la moralidad la inventan ustedes, si leen mis poemas;
es lo que me dije tras esta primera crítica a mi primer (y muchas veces vuelto
a soñar) libro «Dios se llama forastero».
Esta crítica tenía esta faz, este cariz, para que todo termine en Z de
feliz.
LIBROS DE POESÍA
Por R. Morales
DIOS SE LLAMA FORASTERO.- Vicente García
Hernández.- Edic. de la Diputación de Murcia.- Murcia, 1964.
«Dios se llama forastero» es el primer libro que publica el joven sacerdote
Vicente García Hernández, tras obtener con él el Premio «Polo de Madina», que
otorga la Diputación de Murcia. El volumen está compuesto por una serie de
poemas de diversa estructura técnica
–desde el soneto al verso libre y blanco– e incluso de diverso tono o modo
expresivo, lo que en el campo puramente formal afecta en cierto modo a la
unidad armónica del libro. Por el contrario, es evidente una gran unidad en la
motivación y en la actitud espiritual, que son producto de un no menos evidente
amor a Dios y a los hombres, como nos demuestra el siguiente fragmento del
poema «Otro llanto», en el que se da una verdadera compenetración con el
prójimo, una intensa comunicación espiritual:
Hoy lloraré por ti.
Por
tu oscura
angustia
que no sabe del milagro
de
cada día, del amor
poderoso
que rompe muros…
………………………………………
Hoy
lloraré por mí, que estoy en ti;
tú
que me lates, yo que te amo…
………………………………………
Yo
lloraré por ti,
y
tú me habrás dado la vida.
En el ejemplo anterior vemos cómo se alían en perfecto equilibrio
concepto y sentimiento en la poesía del P. García Hernández, que es lo más
frecuente en este libro que comentamos. Sin embargo, el poeta debiera exigirse
más en los sonetos, pues a veces la rima le fuerza fatigosamente la expresión y
la idea, obligándole a interminables encabalgamientos duros sin ninguna
fluidez. Técnicamente también son señalables otros descuidos, éstos de carácter
puramente métrico, como los que advertimos en el «Poema I» y en el titulado
«Casa de todos». De todos modos siempre la legitimidad poética se destaca sobre
las imperfecciones, lo que nos llena de esperanza en cuanto al porvenir de este
joven poeta.
(Domingo 31 de
enero de 1965).
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