4 de octubre de 2024. Viernes.
UN LAMENTO
UN LAMENTO
-Al levantarme, sonrío
mientras rezo laudes; laudes es la alabanza a Dios salmodiada y lírica,
liberadora, pero, al acabar, la sonrisa se me cae de la boca al suelo y forma
un charco de horror y desencanto a mis pies. Todo lo que vive en torno a mí,
salvo las aves en el cielo y la florecilla espontanea en el jardín, es bruma y
fango, detritos infecciosos, que invitan al llanto. No lloro, porque confío en
Dios; pero me lamento. Decía Jean-Paul Sartre, escritor y visionario: «Solo los
muertos han visto el final de la guerra». Lo estamos percibiendo estos días en
Gaza y Líbano, en Ucrania, y en tantos otros países de África. La muerte se
pasea ufana por nuestras sociedades huérfanas de Dios y regidas por cabezas
colmadas de ideologías, que matan todo lo que tocan. El odio, la mayoría de las
veces, Diario, dirige nuestros actos, como una serpiente venenosa y cruel, sin sentimientos,
mortal de necesidad, irremediablemente.
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