18 de enero de 2016. Lunes.
YO FUI DE MOLINA
DE SEGURA
La palma del martirio, en el jardín. F: FotVi |
-En mi niñez, yo fui de
Molina de Segura. En mi niñez, y en Molina, quise ser de todo: desde niño,
hasta actor de cine. Actor para ir más allá de los sueños e inmolarme como Juana
de Arco o recorrer el oeste y sus peligros con John Wayne en La diligencia. Sin pistolas, porque no
era rápido en sacarlas; pero llenos de horizontes los ojos, donde las aves me
incitaban a volar, e irme. Me seducía la sabiduría de los indios viejos, que, con
plumas y voz ronca, proveían de conocimiento a las palabras. Hablaban con la
lentitud de un libro, al que hay que abrir y leer, e interpretarlo. Hablaban
para el viento, su libro no escrito. De mayor he sabido, que, en la antigüedad
-aquella antigüedad tan actual- los libros se decían, se hablaban, se cantaban,
y permanecían; es decir, no se los llevaba el viento. O quedaban en el viento,
y en la memoria, que son el libro de todos los libros. La memoria colectiva, o la
infinita biblioteca del tiempo y de la historia. Yo, en mi niñez, fui de Molina
de Segura; luego, fui del mundo. En los libros y en los viajes, fui del mundo;
y en el trabajo. Mi trabajo es sacerdotal, o de servicio. Y he servido hasta
hoy, que lo hago en San Blas y en el Carmen, Santiago de la Ribera. Después de
muchos años, la poesía me devolvió a Molina, de la que me había ausentado sin
volver la vista atrás. Fueron el sacerdote Ramón Jara (que en paz descanse) y
el poeta Francisco Javier Illán Vivas los que hicieron que regresara desde las
ramas del árbol del mundo a las raíces del más modesto árbol de mi nacimiento. Árbol
donde yo eché hojas y pocos años, y sueños. Ahora vuelvo otra vez a Molina, esta
vez invitado por San Vicente, al que, como San Agustín, celebraré alabando su
fe y su testimonio, su martirio. Volver a Molina, Diario, por San Vicente, no
está mal; es como volver por otra Navidad, festiva y encendida de fe, que te
llama y te hace regresar al lugar de tu partida (20:03:03).