26 de octubre de 2023. Jueves.
MIS 90 AÑOS, EN LA CASA SACERDOTAL
MIS 90 AÑOS, EN LA CASA SACERDOTAL
-Anteayer viví en lo más alto del pináculo del aleluya, ese templo de la alegría, en la que se respira –casi– la gloria de Dios. Decir aleluya es decir aroma de primavera, naturaleza renovada, hojas recientes en el bosque, salida de las cosas a la luz nueva, jaula abierta de pájaros; total, resurrección. Y es que la alegría es algo que va con nosotros, de lo contrario es muy difícil que alguien nos la pueda dar. Dios nunca es tristeza; Dios siempre es alegría, aún en la adversidad. Con Dios, la adversidad, como el terrón de azúcar, se diluye en el amor. Mis 90 años, en la Casa Sacerdotal, han sido una fiesta de paz y cercanía, de afinidad y sonrisas, fraternal. Qué hermoso es vivir la ancianidad en un ambiente así. Han llegado de Madrid Santi y Luis y desde Mula Ana y Manolo, mis amigos de siempre, con lo que he reído y llorado, hecho viajes, y que han participado en la comida y los brindis. Han quedado maravillados del ambiente y el júbilo que se respira en la Casa Sacerdotal: ser jubilado no quiere decir vivir dentro de un ser triste, seguidor de melancolías, ni estar apartado de la sociedad. Ser jubilado, Diario, es vivir en el júbilo de haber vivido y dejado vivir, con Dios como compañero y amigo silencioso, al que, si no hay otros ruidos alrededor y si se le presta atención, se le suele entender todo lo que dice, ¡y asombrarte! Y desde el asombro escribo.