23 de julio de 2015. Jueves.
UN ACTOR
Corazón de geranio, en el jardín. Para José Sazatornil. F: FotVi |
-Se me ha muerto un actor. En verano, y en los Alcázares, miraba yo y
allí estaba él, de pie, como absorto, con su cara de figura del Greco y su
bigote apaisado y socarrón, ladino. Yo, en lo mío (o en lo de Dios, celebraba
misa), desviaba de vez en vez la vista para echar una mirada al famoso, que
respondía a Saza, abreviación de Sazatornil, apellido este trabalenguas, sin
duda, por lo que había que acortarlo. Finalizada la misa, Saza me esperaba a la
puerta del templo y me saludaba con una enorme risa hecha de dientes y
afabilidad. Hay quien ríe con todas sus fuerzas y quien lo hace con toda la
dentadura, dando luz a la risa, albor. Antes de reír, Saza adelantaba los
dientes, y luego reía con ángel y dentadura. Cada vez, durante cinco años, me saludaba
con una inclinación, teatral, y me decía: «Me gusta cómo vocaliza usted». Él tenía
una voz honda, de dulce desgarro, voz fuerte de escenario y candilejas. Ahora
me dicen que ha muerto; y con él han muerto su voz y su gracia, y su gran
estatura de hombre afable, jovial, entrañable, un pedazo de pan, que diría madre.
Pan comestible y gustoso, e inspirador. Tras haber padecido la enfermedad de
los olvidos, del mirar sin ver, de todos los silencios, el alzheimer, Saza ha
muerto. Descanse en paz, Diario, y que halle en Dios la memoria y el volar de
todos sus recuerdos, para darse fe a sí mismo de que ha vivido, y soñado (20:01:05).
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