10 de diciembre de 2016. Sábado.
TERNURA
Latiendo, al otro lado de la valla, en Murcia. F: FotVi |
-Este otoño va pasando por días de luz y turbiedad. En
estas tierras, es más dócil el otoño que otras estaciones del año -invierno y
verano, sobre todo el verano-. El verano, que te asa con sus chicharras crujiendo,
crepitando como las llamas de un incendio. «El aire del otoño no derriba el
amor», dice el poeta José María Soubirón, ¿y por qué?, porque «lo envuelve un momento
de ternura». La ternura, o esa otra escala suave del amor, que, como el roce de
un gato a tus pies de ermitaño, abriga y enternece, y corteja; y acompaña y
dulcifica la soledad, arropándola con su rabo afablemente sobón. Hoy, día de
los Derechos humanos, reivindico la ternura como una de las primeras fases de nuestro
transitar por el respeto hacia el otro. Primero, mirar, vislumbrar, y luego disponer
el corazón para el golpe de afecto que te hace entrar en el ámbito del otro y
aceptarlo, sin tretas, tal como es, en su interior (su templo, su bóveda
infinita) y en su mundo exterior, donde se hace la inquietante e hipnótica aventura
de vivir cada día, de ser a cada instante, de estar irradiando cosas a cada momento,
como sueños, fantasías, o simplemente espejismos, que también valen en épocas de
desesperanza y melancolía. Libertad, equidad, y fraternidad; y ternura, Diario,
como toque de algo que te hace ver que todo lo otro está ahí, al otro lado de
tus latidos, también latiendo (18:57:11)
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