domingo, 25 de diciembre de 2016

25 de diciembre de 2016. Domingo.
PAPÁ NOEL

La Luna que habla, desde mi balcón. Murcia. F: FotVi

-A veces la Navidad es un largo vuelo hacia el terreno gozoso de la esperanza. Dice la Escritura: «Hoy nos ha nacido un niño», y tú preguntas: «Dónde», y miras a tu alrededor y no encuentras más que desolación, caos, afán de multitudes con hambre y miedo. En el mar o a las puertas de Europa, por todos los caminos. Caos y afán con hambre. Y, sin embargo, si miramos dentro de nuestro interior borroso, si metemos el dedo en nuestra alma donde arde lo que somos, y la movemos, veremos que «el verdadero peligro -como dice Amos Oz en su novela Tocar el agua, tocar el viento- siempre proviene de dentro», como el escupitajo o los sueños, como la esperanza o el abatimiento, como el «yo» o el todos. Todo nace en nuestro interior, todo está ahí, beligerancia o armonía, pecado o virtud, iluminación o tiniebla. Yo, anoche, viví la iluminación, y la virtud, y la armonía. Con Candela. En la cena de Navidad y a la hora de la llegada de Papá Noel (Santa Claus), Candela rompió el cerco de su inocencia y me metió en su niñez, en su otro mundo en el que la Luna habla, en sus mil historias con final prodigioso, y donde Papá Noel, aunque esté, no se ve, pero, aun sin verse, deja regalos, y felicidad, y la nostalgia por no poder ser niño cada minuto del día, y creer así en la gran verdad de lo que es fantástico y que, en alguna ocasión -no obstante ser fantástico-, Diario, pudiera suceder (19:41:31).

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