8 de mayo de 2017. Lunes.
COLOFÓN
Flor y espinos, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Esta
mañana, en San Juan de Ávila, luego de la misa, y como colofón del acontecimiento,
decía yo:
«Vengo
a deciros, con muchos nervios y unos pocos versos, «la palabra luminosa de la
ofrenda: gracias». (María Zambrano).
Gracias.
Señores
Obispos, compañeros, amigos: estamos celebrando los 25, los 50 y los 60 años de
sacerdocio de unas personas que han hecho de la Palabra y de la ofrenda la razón de sus vidas. «La
palabra se hizo carne -dijo San Juan-, y habitó entre nosotros». Él, Jesús,
incendió la palabra y nosotros hemos cogido el relevo, y, con humildad «y
perdonados» -como diría el papa Francisco-, seguimos en la tarea de dar un poco
luz a este mundo nuestro que en tantas oscuridades anda.
Hoy
celebramos esto: nuestra perseverancia en este menester, en esta labor hermosa,
aunque difícil. 25, 50, 60 años de palabras, de signos (sacramentos), de
aleluyas y tristezas, de luces y silencios. Casi toda una vida. O toda una
vida.
Y,
ahora, como una acción de gracias; como una eucaristía de versos por nuestros
muchos años de sacerdocio, os leo este poema, que he compuesto para vosotros,
amigos. Y que he titulado:
Quejas de amor de un corazón enamorado.
Ya
estoy, Señor, de tu dolor servido,
que
un trago de tu copa yo he gustado;
los
clavos de tu cruz me han traspasado
manos
y pies, y en ella estoy rendido.
¿Por
qué tu amor así me ha sorprendido,
dejándome
sin pies y maniatado,
sin
libertad, Señor, mas tan librado?
¿Tan
celoso es tu amor y tan crecido,
que
así mi corazón retienes preso?
No
huiré, Señor, que solo en tu ternura
amores
y delicias mi alma halla.
Mas
no cargues mis hombros con el peso
de
tanto amor y tanta galanura,
por
si mi corazón no puede, y falla.
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