6 de junio de 2019. Jueves.
SE ACERCA EL AMOR
Amenazar con el amor, El Roto, en El País. |
-Apenas me toca nada –salvo el hecho de ser
persona– y me ha herido con alevosía la muerte de la niña llamada Noa. Noa
Pothoven. 17 años echados al sumidero de la muerte, por voluntad propia. Dejó
de alimentarse, y escribió su propia sentencia de muerte: «Dentro de diez días a
lo sumo voy a estar muerta». Cría liberarse así de su sufrimiento, de su
angustia, de su temor a seguir viviendo. Ella misma había dejado escrito en su
libro Ganar o perder: «Revivo el
miedo y el dolor todos los días. Estoy siempre asustada, en guardia. Aún siento
que mi cuerpo está sucio». Había sido violada varias veces, y no encontraba razón
para seguir viviendo. Sin recursos estatales ni, por lo visto, familiares, se dejó
ir por el resbalón pavoroso y triste de la muerte. La muerte, que es irse una
vez y no volver nunca. O entrar en el silencio de las cosas, sin haberlas vivido,
sin haberlas dicho, pues, en el decirlas, a veces, se acercan al amor. «Estoy
siempre asustada», escribió. ¿También de sus padres, de tantos amigos quizá, de
sí misma al mirarse en el espejo? ¿Tanto daño le hicieron? ¿Tanto, que ni
siquiera el amor de la madre la pudo sacar de su horror, del abismo en el que
había caído? Yo no juzgo; solo pido que estemos más cerca del que sufre, que
enjuguemos las lágrimas del llora, que recemos sin ira por el avasallado,
tratando de curar sus heridas, también las sicológicas; es decir, las que
llagan el alma, que son las que menos se ven y las que más duelen. Un servidor,
Diario, con lágrimas de hombre creyente, rezo por Noa, para borrar, para lavar,
en lo posible, su pecado, si es que lo hay. Dios, como diría Borges, nos ha
amenazado -desde el amor- con la inmortalidad, a la que Noa se ha encaminado (18:38:33).
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