jueves, 20 de marzo de 2025

20 de marzo de 2025. Jueves.
HERIDA QUE NO SANGRA

El niño enfermo es como el fruto del árbol, debe madurar. 
Pero a veces no lo hace.
T. de la Horadada. 

-Tras la fiesta de la paternidad, un abrazo a todos los padres, especialmente a los que tengan un hijo enfermo. En su modo de mirar se ve que sienten el dolor de sus hijos: les duele el corazón como una herida que no sangra, pero que atormenta.
Yo sé del sufrimiento de unos padres ante un hijo enfermo: mis padres. Cómo lloraba mi madre en silencio y cómo salía de casa mi padre con una lágrima que nunca acaba de brotar: llanto contenido. Él, por su trabajo, estaba todo el día fuera;  madre, por el contrario, se quedaba en casa y era la que llevaba la dulce cruz de los hijos enfermos de una enfermedad rara, de la que no curarían. «Eran una indulgencia plenaria que Dios le daba», decía mi madre.
Una hermana que vivió dieciocho años y un hermano, once, en ambas cunas. Y yo, niño, contemplando el drama y jugando a ser niño; inconscientemente, jugaba con ellos. Me escondía y nunca sabían dónde estaba. De mayor, casi lloraba, pero les hacía muecas y payadas por ver si reían; y nunca rieron.
Solo cuando tenían hambre lloraban; luego, simplemente, estaban: «santificando la casa», es lo que pienso ahora. Ellos eran mártires y mis padres con ellos; sobre todo –perdona, papá– madre: mi ejemplo más palpable de amor sencillo y entregado; llevó su hermosa cruz hasta el final: nunca la vi quejarse.
Es el otro milagro, Diario, que viví en mi vida: el milagro de la vida sacrificada de mi madre. 

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