ENTRE VILLANCICOS
Siempre hay una luz, en la noche. F: FotVi |
-En nuestra cultura, villancico es sinónimo de vida, y de vida divina. Es la afirmación festiva de algo que empieza, de algo trascendente: la arribada de Dios al mundo, por ejemplo. «Y la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros». Y el villancico lo canta. El villancico, que empezó siendo una letrilla profana, con el tiempo, evolucionó hasta hacerse canción religiosa, copla y música de templo, asociándose al fin de un modo especial y propio con la Navidad. El villancico es una cabriola musical y lírica, festiva, propia del más ejemplar espíritu navideño. Proveniente del alma popular, es baile y es cantar, y celebración de lo sagrado, por lo que, con la zambomba y el almirez, la guitarra y el pandero, y al modo del pastor y el ángel del evangelio, se hace himno de adoración ante el nacimiento del hijo de Dios. Contemplar un belén y paladear de inmediato un villancico en la boca, todo es uno; es como saborear un caramelo, casi celeste. Pero esta vez el villancico ha servido para aligerar y hacer transitable la muerte de una niña de 7 años. Se podría decir que esta niña, Laney Brown, por la vía del villancico ha alcanzado la ciudad de Dios, donde todo es eterno, y, en particular, el amor. En Dios, y guiada por villancicos, ha venido a dar con el gran amor. Como alguien ha dicho, la muerte no es algo que ocurre, es alguien que llega. Ella ha llegado a la estación terminal del amor, definitivo y envolvente, paternal, sin vuelta de hoja, y único. Así como se suele morir en olor de santidad, Laney Brown ha muerto en olor de villancico; o lo que es lo mismo: ha muerto en olor de nacimiento. La muerte es un dormirse del que antes y más felizmente se suele despertar; es un morirse para nacer, de inmediato. Laney Brown, entre villancicos cantados por miles de gargantas al pie de su ventana, murió, naciendo, el 25 de diciembre, día del gran Nacimiento; esta vez la solidaridad se hizo villancico y el villancico, vida en la muerte. Metáfora preciosa esta del morir no muriendo, o del morir sin recorrido irreversible de muerte. Se muere, para morir viviendo; y si es muerte envuelta en villancicos, mejor que mejor, pues la luz y la vida, la otra, se hacen antes, ya que, cuando la dormición (o la muerte) el oído, dicen, es lo último que se pierde. Oír villancicos al pie de la muerte, es oír a Dios que nace, o andar el camino de Dios al revés: Dios, en Navidad, desciende de lo Grande y se hace, entre villancicos, al modo de Laney Brown, humanidad; mientras que Laney Brown, también entre villancicos, se ha hecho cosa divina. Es decir, entre villancicos, un descenso y un ascenso, preciosos. Para que, al final, suceda el encuentro definitivo en el Amor. Y permíteme, Diario, no avergonzarme de la ternura… (11:15:40).