13 de diciembre de 2013. Viernes.
EL COSTAL DE LAS
ESCORIAS
Réquiem por una pluma, en el jardín. F: FotVi |
-Hoy se
multiplican los acontecimientos digamos que, por esperpénticos y un tanto
surrealistas, delirantes. El esperpento es un desliz de algo real que de pronto
se ve convertido en irreal y mostrenco, en algo desaliñado y de mala traza,
desvencijado. El esperpento es un caballo que corre con las patas montadas,
cual jinete, a sus espaldas; o el típico político que dice miau (intelectualmente
hablando), cuando lo suyo sería decir guau. El esperpento es un extravío erudito
y hasta literario, a veces. Valle Inclán, en una época de su literatura, sufrió
el traspié de lo esperpéntico, teniendo que cambiar, para bien, el armazón de
su lenguaje y el modo incluso de mirarse en el espejo: de perfil para contemplarse
barbado y lamido, y con gafas de aro, como cualquier revolucionario de la época.
Él, en su obra literaria, revolucionó la lengua y el modo de usarla; y en teatro,
se adelantó al absurdo Bertolt Brecht.
Ayer,
sin embargo, un tal Mas y el otro (Junqueras es su apellido) quisieron
arrebatar al manco jodido y luminoso, a Valle Inclán, el copyright de lo
esperpéntico, sólo que desde una estatuilla de terracota, lírica y sentimental,
si se quiere, pero frágil, tanto, que al más mínimo golpe se sabe que quedará
hecha trizas. Mas y el otro (Junqueras es su apellido) ya, desde ahora, son
barro disuelto en cenizas; ya son nada, o, en todo caso, harina de otro costal,
del costal de las escorias. Se les ve echarle humo las posaderas o fondillos.
Mas, con el otro, han decidido
convocar una consulta soberanista el día 9 de noviembre de 2014; es decir, la
historia se repite. Otro 6 de octubre de 1934 se intentó algo parecido y salió
mal: un tal Companys proclamó el Estado
Catalán; eso, sí, dentro de la Republica Federal Española. Ahora, ni eso: se
trata de ir por libres, sin ninguna ligadura que pudiera hacerles echar la
vista atrás, salvo la de la economía (el negocio), y el fútbol.
Si alguien dijo ser la historia maestra
de la vida (Cicerón, creo), se equivocaba: la historia sólo es una metáfora de
la estupidez humana, con bellas fantasías y funestas realidades; la historia
unas veces es luz y otras, muerte, más muerte que luz; casi siempre es una tragedia
sobre la que se construye otra tragedia mayor. Nunca me ha gustado la historia,
porque sólo cuenta lo excelso que a cada pueblo o tribu le gusta oír decir de sí,
con el consiguiente desdoro o mengua del clan vecino.
La historia, Diario, no
enseña; a lo sumo, entristece (19:48:57).
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