17 de diciembre de
2013. Martes.
LUZ EN LOS OJOS
Luz interior, en el jardín. F: FotVi |
-Deseo que mi
Navidad sea así: Navidad de más luz en los ojos, pero luz que venga de dentro
afuera y que me haga ver lo que no es visible con la sola luz exterior. La luz
interior nace de un mundo íntimo iluminado, infundido de gracia y fe, ganado
por la claridad de Dios. Si en mi interior brilla la verdad, tratará de abrirse
paso por los ojos, las vidrieras a las que la luz del alma acude a hacerse albor,
refulgencia, destello, chispa. De ordinario, en los ojos, como en las vidrieras
de un templo en la noche, se detecta si hay vida interior o no; si en el
interior del templo hay celebración, se revelan luz y rumor de himnos, que son la
vibración del interior del templo en sus vidrieras, como ocurre con la vida íntima
del hombre en los ojos, en los que fulgen el corazón y la conciencia.
Por algo se dice en el salmo 36, refiriéndose a Dios: «Por tu luz vemos
la luz». Si esta luz luce en mi interior, al saltar a mis ojos, me hará partícipe
de la luz que Dios ha ido dejando en cada una de las cosas que nos deslumbran
en la creación. No sólo las sombras, sino la luz veremos: todo lo iluminado por
su presencia en cada ser. Esta Navidad miraré a un niño a los ojos y diré:
¡Hola, Navidad, déjame creer en la inocencia, y en lo que es puro, y en lo que
es limpieza de corazón! Y, desde mi interior, una bienaventuranza se escribirá
en mis ojos, un pasar de dentro afuera de Dios. Y, en mis ojos, entonces, se hará
un incendio: el incendio de Dios en lo más pobre y bello de mí, lo más liberado,
que eso es (o debiera ser) la Navidad (19:35:28).
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