4 de noviembre de 2015. Miércoles.
OLVIDO
Melancolía otoñal, en el jardín de un Palacio de Múnich. F: FotVi |
-Ya es otoño, incluso en
mi interior, donde se instalan los acontecimientos para que sean y queden, o
pasen sin ser. Ya ha llovido, ya han menguado las temperaturas, y ya los
árboles toman forma de paleta de pintor, confusa de colores, pero viva y
hermosa, casi torrencial. El otoño es profusión de colores en la paleta del
paisaje. Pero, en sus lluvias, a veces, cabalga la muerte. En carreteras, en
calles arrasadas y hasta en residencias de ancianos. Una residencia de ancianos
es un olvido que además de ahogarse en sollozos, hay veces que se ahoga a
consecuencia de lluvias intensas. Por lo visto, la ancianidad llama a la
muerte, y más si duermes en un semisótano de una residencia de la tercera edad,
y llueve sin fin. La lluvia no se respira; la lluvia en abundancia, ahoga. Otros
ancianos, atados a la cama (para evitar accidentes, dicen) salvaron la vida
flotando. A mí, de niño, me gustaba echar barquitos de papel al riachuelo que
corría por la calle cuando llovía. Flotaba y se iba, como un sueño, o como una aventura
del sueño. Calle Honda abajo, en Molina. La vejez es un incordio que a veces se
salva de la muerte flotando sobre una cama en un acontecimiento otoñal. Y porque
la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido -osó afirmar el ensoñador
Gabriel García Márquez- quién sabe, Diario, si, antes de tragar el agua y morir,
las cuatro ancianas no estarían ya muertas, de olvido (18:57:15).
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