17 de octubre de
2017. Martes.
INVIERNO
DEL ESPÍRITU
Otoño, en Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Vuelvo a lo mío: a mi
raíz, donde se halla el germen, el origen; o el lugar donde me escondo -como bajo
la dulce maternidad de la tierra- para resurgir en primavera hoja y flor, y
fruto. Y pájaro. Y reptil. Y duda. Y contemplación. Aunque también, a veces,
pesimismo y desilusión: o el invierno del espíritu. Invernar en la estrechez
para luego florecer en la abundancia de la primavera, es un milagro de la paciente
naturaleza, y de la fe. La fe del árbol, la fe del alma, en el tesón o empeño de
lo creado. Como San Juan de la Cruz, diré de este encierro o invierno íntimo: «¡Oh
cauterio suave! / Oh regalada llaga!». El cautiverio y llaga, Diario, de recluirse,
de invernar, para poder tocar luego la libertad y volar así hoja, o flor, o
fruto, o pájaro, o reptil, o duda, o contemplación, en la inmensidad de la dilatada
primavera (19:19:44).
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