21 de octubre de
2017. Sábado.
AYER,
EN MULA
Manolo, Vicente, José María. En Mula. "Piedras rodadas". F. J. Fernández |
-Ayer, en Mula, y en el
Museo Ibérico, asistí a una reunión en la que se decían palabras y se hacían
silencios, o se hacían silencios que llevaban a la palabra, para, tras esta,
volver otra vez al silencio. Silencio, palabra, y vuelta al silencio. Y es que
a toda palabra -y más si es palabra poética- la precede y la sigue un silencio,
que suele decir cosas al alma. Cuanto más bella es la palabra, más callado es
el silencio que le sigue. Silencio: o reflexión. A veces las palabras callan y conversan
los silencios. Como en la mañana, que, al canto del gallo, sucede el inquietante
y bellísimo silencio del amanecer. Sus líneas indefinidas, sus colores
anhelantes. La vida que toma forma y se congratula de verse. Y en esas estábamos:
diciendo palabras y haciendo silencios. El silencio que es una glorificación
golosa, íntima, cruel a veces, liberadora otras, soñadora siempre, de la
palabra. Y cuando decía estos versos: «Dios, mi silencio roto, / ¡mi agonía!, /
cuando le hablo. / O le callo», sonó el tímido aplauso de unas manos, al que se
unieron otras, y así hasta el aplauso total. Sonó un aplauso cerrado: otro
lenguaje. Les estaba llegando el corazón del poema, su tensa calma, el sangrar
de sus palabras. Pero hubo una voz que paró el aplauso y, con paz, y de un modo
didáctico, dijo: «En las sinfonías, no se aplaude entre parte y parte de la
misma, sino al final». Y acudió el silencio en su auxilio. Por unos momentos,
se personó el silencio en la sala; hasta que, de nuevo, y pasado un tiempo, rompió
el aplauso, y el poema (o las palabras), hasta el final, cuando da comienzo entonces,
Diario, el terror de las firmas y de los parabienes, que es como una subida al
cadalso, como una quiebra de la palabra y sus silencios, como un pequeño aporte
del autor al precio de los aplausos. En todo caso, gracias a todos por la paciencia
de escuchar y la virtud de hacer silencios. Como en una sinfonía. Gracias (19:14:58).
Una tarde memorable y con contenido. Personas que se quieren, que se recuerdan, que agradecen haberse conocido. Y en medio, como pretexto, un poemario pleno de luz, de silencios y de palabras que calan en el alma. Y todo esto, en el marco añejo del museo de arte ibérico de Mula.
ResponderEliminarDesde luego, José María, tarde memorable, a la que tu contribuiste para que fuera así. Con tu palabra, como llave que abría la puerta de aquella bella velada. Gracias por todo. Y un fuerte abrazo, de amigo.
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