2 de diciembre de 2018. Domingo.
AÑOS DE PLIEGO Y
JUVENTUD
Virgen de los Remedios, en Pliego. Murcia. F: FotVi |
-Ayer volví al pueblo de Pliego, mi primera ensoñación, mi primer amor
romántico. Mi primer destino. La nostalgia me acude detrás de los ojos para
pintar el pasado, que siempre parece mejor que el presente. ¡Ah!, aquellos años
de Pliego y juventud, de Guzzi y Casas Nuevas, de teatro y emisora, de Acción
Católica e Hijas de María, de rosarios con los jóvenes hasta bajar a la orilla
del río. Años felices. Recuerdo que el primer día de mi estancia en Pliego, y al
ir con unos jóvenes camino del campo de fútbol, alguien se asomó a una puerta
y, santiguándose, dijo: «Válgame Dios, qué crio nos han mandao de curica al
pueblo». (Por entonces, tenía veintidós años, a punto de cumplir veintitrés) Así empecé yo mi labor en Pliego, al que he vuelto, con mis años y mi
cansancio. La razón ha sido una celebración: el aniversario de cuando se
conocieron Mellitos y Juan, cincuenta años, que después, hace cuarenta y cinco,
derivó en boda. Ha sido una celebración sencilla, con misa y Virgen de los
Remedios, con nietos y amigos, y con el colofón final de una comida familiar y
abundante, y algún bello discurso. Dentro de cinco años, quizá volvamos para
celebrar las auténticas Bodas de Oro de Mellitos y Juan; quizá volvamos, o quizá
durmamos el sueño de los santos. Ayer, sin embargo, me dormí en el sueño de los
hermosos recuerdos, donde, mientras la añoranza te invade, los años, Diario, se
olvidan y dan paso a la esperanza, que, como el polvo de estrellas, luce allí
donde se encuentra, irradiando vida, inmortalidad, siempre en un más allá (18:30:42).
¡Qué bello es recordar los momentos de gozo, de entrega total a las personas que Dios ha puesto en tus manos! Y luego, a soñar con los recuerdos y enseguida a vivir intensamente el presente para que en el baúl caigan nuevos gozos. A veces se mezclarán los bellos con los tristes, que no feos, pues pasaron muy a nuestro pesar: nuestros familiares y amigos, algún comentario inadecuado o perverso de personas en las que se confiaba... El baúl cruje de emoción cuando levantamos la tapa y nosotros, suspirando, también nos emocionamos. Un abrazo, amigo Vicente.
ResponderEliminarMi estancia en Pliego fue una experiencia maravillosa, inolvidable. Hacía más de veinte años que no volvía por allí y creía que ya no me recordarían, y cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que todos me llamaban por mi nombre y se les veía en los ojos la alegría al saludarme. Incluso los más jóvenes me saludan y me sonreían, y me decía: "Don Vicente, yo no lo conocí, pero se ha hablado en casa tanto de usted, que no me faltaba más que verlo. Es usted como me han dicho. Efectivamente, en algún momento me emocioné. Hasta hubo una señora que me recitó de memoria uno de mis primeros poemas: La ciudad. ¡Qué bello es recordar y que te recuerden, José María! Pasé un día de ensueño.
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