30 de noviembre de
2018. Viernes.
MAGIA
EN LA CASA
Luz y sombras, o juventud y vejez. En Tallin. Estonia. F: FotVi |
-Ayer, en la barbería,
me quitaron cinco meses de encima. Me quitaron tiempo y me dieron vida. Llegué
con una borrasca de pelo y me la dejaron en unas sensibles y humildes nubecillas,
que apenas dan para cubrir las ideas. Nubecillas que no dan lluvia, pero sí
frío. Hoy en la Casa Sacerdotal hay fiesta. No celebramos la santidad (que
también), sino el tiempo. Treinta dos años dando sombra y cobijo a sacerdotes
ancianos y jóvenes, como paraguas de Dios cuando hay lluvia y como sombrilla (de
Dios) cuando aprieta el calor. La lluvia: aliento, juventud, árbol con hojas;
el calor, por el contrario, letargo, torpeza, envejecimiento. Aquí, en la Casa
(como la llamamos), se hallan las dos caras; el anverso y reverso de la moneda;
es decir, los sueños (juventud) y el dormitar (ancianidad). Habiendo más arqueología
que pujanza en sus habitantes, más toses que risas. Pero todo se lleva a adelante:
la euforia y los pasos lentos, la fe y los achaques. Hoy, pues, fiesta: con el
Obispo y más amigos sacerdotes. Primero la misa, donde el evangelio se hacho
eucaristía; es decir, palabra y pan consagrado, alimento para la fe y para el
espíritu. Estos pobres mortales –sacerdotes–, comiendo a Jesucristo como bocado
de paz y de amor, de lozanía, y en la misma mesa, sin más protocolo que el del recogimiento
y el saberse indigno. Luego, una sesión de magia (nada por aquí, nada por allá,
palomas que no están y aparecen, números traviesos que van del pensamiento al
papel y de este al mundo de la fantasía, el mago maniatado que, tras una
cortina, le quita la chaqueta a un Arzobispo y, en doce segundos, surge él, con
la prenda sobre sus hombros y bajo las cuerdas que lo apresan, ¡ah!…) Es decir,
durante una hora hemos sido niños, que, por caminos de fascinación y
deslumbramiento, se han dejado llevar al mundo de las maravillas, donde todo es
posible: como que la vejez se haga paloma, y la paloma, bastón con el que poder caminar,
y, por qué no, hasta volar (18:16:17).
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