13 de febrero de 2015. Viernes.
VIAJE AL
RECUERDO
Perorando, en la Radio. F: FotVi |
-Camino de Paestum, y en una playa en Salerno, Don Emeterio Cuadrado -nuestro
«anciano padre», según él, era su método infalible de eludir trabajos, él leía
y tomaba notas-, Álvaro, Manolo y yo montamos la tienda de campaña y, tras la
cena y unos acordes de Manolo en la guitarra, aflamencados, intentamos dormir (o
dormitar, o tentar al sueño), sin apenas conseguirlo. Hasta que un ruido de
hierros y cadenas, de infierno o guerra, nos despertó del casi no dormir. Eran
las 6:30 de la mañana de un día de finales de julio de 1967; día italiano de
luz azul y mar tranquilo, y huérfano, sin embargo, de bañistas. Las máquinas en
una playa, aun en verano y en el Tirreno, espantan a todo posible cliente de
sol y zambullida, y de vaso de cerveza, resudado. Viendo que la máquina parecía
querer embestirnos, desmontamos todo y, cargado el 4 L hasta la copa (era
nuestras botas de siete leguas hasta Bríndisi, desde donde navegar hasta Patras,
Peloponeso, Grecia) salimos de allí pillando galgos. Antes, y a esto voy, yo
había encendido y oído en la radio del coche la meditación grabada del padre
Vicente García Hernández (perdón), que daba cada día en Radio Nacional de
España del Sureste. Me turbó oírme decir unas palabras que invitaban -aún
conservo el texto- a asombrarme y dar gracias a Dios por las cosas pequeñas que cada día se me regalaba poder contemplar y usar,
amándolas. «Concédeme -le pedía yo a Dios- la olvidada virtud de poder
asombrarme por las cosas pequeñas». A tantos kilómetros de distancia, me dije, y
oyéndome, como si oyera a otro, decir estas cosas que me sonaban bien, y me maravillaban,
a tanto me sabían. Según Sty. Harkianakis, teólogo ortodoxo: «Los griegos, que
veían en el asombro la virtud más elevada de la condición humana, deseaban ser siempre
un pueblo de filósofos (…), eternos niños», para no dejar nunca de extasiarse
en el asombro. Y remedando a Leila Guerriero: contar siempre así con unas gotas
de asombro, para poder vivir. Recuerdos estos, traídos a posta hoy, para, en el
día Mundial de la Radio, hacerme una llamada al corazón y, por lo que viví y paladeé
de hermoso en la Radio, darle las gracias; gracias por haberme ofrecido la posibilidad
de escribir y amar la palabra, y, en la palabra, la comunicación, en la que se
completa el don de conocerse y, entre otras cosas, también, Diario, el de entender
las miradas (20:57:07).