7 de febrero de 2015. Sábado.
VERDAD O
MENTIRA
Pan y vino, y Palabra, en mármol. Catedral de Zagreb. Croacia. F: FotVi |
-Jesús curaba de enfermedades y hacía otros signos para que las palabras
tuvieran voz. Y es que no basta con decir «amo»; hay que amar. El amor no sólo
se dice, el amor se hace. La palabra está para dar forma y resonancia a la
idea, la reviste, la enjoya, pero el signo (la cruz, en este caso) es su
dimensión, lo que la agranda, la dilata. Jesús recorría la Galilea -dice San
Marcos- predicando y curando enfermedades. La idea es la flecha; la palabra (terrible,
a veces, sublime, siempre) es el arco que la lanza, la propaga, le da vuelo y
alcance, hasta concluir en el signo (curaba), donde se concreta la verdad o mentira
de la palabra. La idea va, camina, se hace oír en la palabra, que ha de concluir
como realidad en el signo, en el acto; es decir, en el amor, en el ágape, donde,
a su vez, vuelve a hacerse eco que se repite. O este esquema: idea, más
palabra, más acto, y, tras el acto, la eclosión, el estallido, el irse a
florecer en otra parte. Sin trigo -suele decirse-, la predicación apenas o nada
vale; en la mesa, pues, con las palabras, han de estar el trigo y el pan, y, si
es posible, el vaso de vino y su fiesta, su fuego. Sin pan y sin vino, aunque
haya Palabra, no hay Eucaristía (misterio). Es decir, para que haya misa, tiene
que haber mesa preparada con
manjares, aunque sean humildes. Y tan es así, que estos manjares, y en una
cena, fueron (y siguen siéndolo) el prólogo de una cruz; de un amor crucificado.
Amor y muerte en una cruz. Muerte que, sin embargo, Diario, fue vencida por el
amor; amor que resucitó en más amor, en más vida, hasta el día de hoy (20:21:36).
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