7 de agosto de 2015. Viernes.
ABISMOS DE
PAVOR
Sobre la fragilidad, en el jardín. F: FotVi |
-El Mediterráneo, fosa común, fosa hiriente, fosa de ahogos; cementerio
de los que, movidos por la ensoñación de Alicia en otro país de las maravillas,
osan andar sobre las aguas como si de un cielo sólido se tratara. No se dan
cuenta de que debajo de la nube sobre la que andan -sus visiones, sus esperanzas,
sus sospechas de felicidad- hay caídas, hay abismos. Abismos de pavor y muerte,
infinitos. Sin contemplación. (Hacia Dios o hacia el Infierno -o hacia la Nada-,
siempre la muerte es infinita). En la fosa común del Mediterráneo ha vuelto a
suceder la muerte. Doscientos emigrantes, muertos de un tajo; a los miles ya
habidos, se suman éstos, almas ya camino de otro sueño distinto del que los
llevó a pensar que podían andar sobre las aguas. Y, como un golpe de luz que te
ciega, el sueño del infinito, inesperado. La muerte es cegarse o de tanta Luz o
de tanta Nada. Y cegada además Europa -sin Luz, sin fe, sin solidaridad- en no
mirar este drama de frente, con ojos de examen interior, para poder sentir la culpa
de no haber mirado y proponer así la enmienda. No miro, dices; me desentiendo. Y,
como el avestruz, si no miro, dices, no suceden las cosas. A mi alrededor hay
un mar, y miles de muertos; pero no miro, hundo la cabeza, la escondo, y así dejarán
de existir. Sólo existe lo que veo, lo que toco, ni siquiera me basta con el mal
olor de un cadáver, de miles de cadáveres, de miles de sueños rotos, dice la
oscuridad de los ojos de Europa enterrados bajo el ala de avestruz de su
insensibilidad solidaria. Miles de muertos. No importa, Diario: Europa esconde la
cabeza, y dormita, o se divierte (20:15:48).