30 de diciembre de 2015. Miércoles.
SAL DE UTOPÍA
Utopía con bigote, en el jardín. F: FotVi |
-Acaba el año y no hago
más que mirarme las manos. Una y otra, la derecha y la izquierda, que, como el
ave, con ambas vuelo y vivo, y, hasta con ellas, transito a la utopía. (La
Utopía, ese lugar inaccesible, pero existente, donde a veces se llega, si se
insiste en hallarlo). Las manos hacen y deshacen, abrazan y lastiman, crean
versos -con la ayuda de la mente- y limpian y producen lágrimas. Las manos
contienen risas y suspiros, y aun bostezos. Las manos todo lo convierten en
artesanía, incluso la caridad y el odio. Las manos son las que dan forma a la
invisibilidad de las ideas, hasta hacerlas tacto, vida que acompaña, esplendor
visible. Las manos son el sitio donde descansa un libro o actúa una metralleta,
o el final del beso, la caricia, o un escoplo con el que Rodin esculpe el Pensador y Miguel Ángel la Piedad. Rodin, en el Pensador, hace cavilar
a la piedra; Miguel Ángel, en la Piedad, la hace amar. Ambos, con las manos,
conmueven a la piedra, la forjan humanidad, le ponen latidos, la piedra así
siente y hace sentir. Las manos; mis manos, y me las miro. ¿Qué deja en mis
manos este año que acaba? ¿Paz, guerra, luz, tiniebla, un verso, una historia
que haga soñar a un niño, silencios, amor (suficiente), Dios, el todo amor?
Dios en mis manos, con el que me aventuro a amar y a soñar, y a dar vida con el
aliento de las palabras y de la fe, y de la esperanza, a todo aquello que
pudiera morir. Año nuevo, sueños nuevos, Diario, sazonados éstos con la sal de
la Utopía, por si ocurre (20:18:34).