16 de agosto de 2020. Domingo.
UN SÍ ENORME
Amén excavado en roca. Görene. Capadocia. Turquía. F: FotVi |
-Hoy, día del Señor, pienso en el «amén». Esa palabra «aleluyática» y de afirmación en la que se dice un sí clamoroso y lúcido, humano, a la voluntad del Otro. El amén es un sí enorme, sin aristas moldeables, rotundo. Y, de ordinario, se suele decir a Dios. El amén es el resumen de todas las cosas bellas y cercanas que le decimos a Dios, y a las que él responde con otro amén. Amén decimos en una oración de alabanza, o en una plegaria de súplica, o en un rezo de ruego de perdón. Y Dios, desde su silencio, nos contesta también con su amén, «lo sé, estoy de acuerdo», nos dice, «te estoy atendiendo». «Así es», dice. Rezamos a Dios Padre, y encaminamos la oración confiándosela a Jesucristo, alentada por el Espíritu. En la oración, sopla el Espíritu, Jesús coge este soplo lleno de palabras –el vocabulario de lo humano, su silabeo– y lo traslada al sitial donde está el Padre, y el Padre, que siempre escucha, dice también «amén», colmando así la esperanza del que reza. Cuando rezamos, ponemos en agitación, Diario, a toda la Santa Trinidad de Dios, que escucha y siempre concede –dice «amén»– a aquello que pide el que reza, llenando así sus manos del trigo de su respuesta, que siempre es amorosa y dadivosa (12:14:03).