28 de julio de 2020. Martes.
LA DISTANCIA MÁS
PRÓXIMA
Puentes que unen, en Liubliana. Eslovenia. F: FotVi |
-Hay quien dice: «Se me
cae la cara de vergüenza», y añade: «ajena»; y supongo que luego se dedica a recoger
los pedazos que se le han ido cayendo al suelo de su dignidad. «Una cara
despedazada por la vergüenza», me digo. «¡Qué horror!» La dignidad, que, según
Aristóteles, no consiste en tener honores, sino en merecerlos. Aunque no te los
den. Estos últimos meses de pandemia han sido duros; tanto, que a todos nos
han dejado alguna cicatriz o huella dolorosa. Más al pobre que al rico; más al
anciano que al joven; más al solitario que al arropado por el fervor y el
cariño de algún ser querido. Es hora de hacer recuento: las llamadas
inesperadas; el beso, o el abrazo, virtuales; la oración silenciosa; el rostro
recordado de un ser querido; y, sobre todo, la certeza, Diario, de que alguien,
en un momento determinado, estaba pensando en ti, y, sin palabras, te estaba
diciendo, desde la distancia más próxima y hermosa, que te acompañaba, que, sencillamente, te quería; y es que el amor arde siempre, incluso con agua (18:41:53).
El caso es que en esta recta —esperemos que final— de la pandemia, ha quedado al descubierto lo poquito que somos y lo mucho que nos necesitamos unos a otros. Muchos han despertado, o hemos despertado de nuevo en Dios como única solución a la pequeñez de nuestra existencia
ResponderEliminarLa pandemia ha sido un baño terrible de humildad, que ha apagado nuestros fuegos de autosuficiencia y soberbia. Y sí, hemos "despertado en Dios", como el niño indefenso, después de un mal sueño, despierta en los brazos de su madre. A veces, un mal, suele ser la suave brisa que nos permite respirar. Gracias, Paisana.
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