29 de julio de 2020. Miércoles.
POBREZA
EMPOBRECIDA
Maternidad, familia. Logroño. F: FotVi |
-En este verano trágico
a causa de la pandemia, lo siento por la pobreza sin trabajo. O la pobreza
empobrecida: la desgracia del pobre. Sin trabajo, en la casa del pobre, se rasgan
todas las coordenadas del vivir en paz. Se agrían las miradas y las palabras, y
los gestos, y los afectos, y se rompe el amor. Y roto el amor, es muy difícil
lañarlo, recomponerlo, hacerlo viable para que transite por él otra vez la convivencia;
es decir, la armonía matrimonial o filial, la paz doméstica. Aunque hay casos de
matrimonios, que, a causa de la pandemia, han salido fortalecidos, y la adversidad
los ha hecho fuertes en la fidelidad y en el afecto, en el hallazgo de sus
defectos, iluminándolos, y en la claridad de las virtudes tantas veces oscurecidas
por la monotonía de su visión. Yo rezo por los pobres empobrecidos, por los que
se levantan por la mañana y ven sus manos ociosas, sin nada que hacer, y los
hijos con hambre, y sin paz la casa. Rezo y lloro por ellos, pues me veo en
su pellejo, en su injusta pobreza, en su desamparo cerrado, en su vida sin
horizontes ni mañana, todo llanto y frustración; yo, rezando, Diario, invito al
pobre empobrecido a confiar en que el mañana será mejor, que se abra a la
esperanza, que, como decía mi madre en situaciones parecidas, Dios nunca falla (12:29:12).
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