16 de marzo de 2024. Sábado.
UN ROTO MENOS
UN ROTO MENOS
Monte Athos. Yo, el menos bajito, con el hijo de Antonio. Grecia, |
-Hace muy pocos años –menos aún– programaba yo mis viajes desde marzo a junio, y ahí me detenía, porque en junio menguaba el trabajo en la parroquia y podía ser mes para dar comienzo a escapadas veraniegas. Recuerdo que en mi más temprana juventud, con don Emeterio Cuadrado, sus hijos Manolo y Antonio, y Álvaro, su yerno, hacíamos viajes de ensueño: Grecia, Italia, Francia, Yugoslavia, etc. Eran viajes en coche y de andar mucho: visitábamos ciudades, ruinas, otros mares, otras gentes, y, en la noche, tienda de campaña, en campings salvajes. Es decir, en plena naturaleza, en la que nos rodeaban árboles, alimañas, estrellas, miríadas de estrellas. Y los domingos, misa, bajo la bóveda de la inmensa catedral del cielo y sobre una roca como altar. Ahora, sin embargo, no pienso en viajes, sino hasta cuándo Dios mantendrá en uso este artefacto averiado que responde al nombre de Vicente. (Don-Vi, nombre con el que los monaguillos/as de San Pedro del Pinatar se dirigían a mí: nombre, sin embargo, de mi agrado. Nombre que habla de empatía). Ahora no hago planes, sólo pienso si llegaré a junio, y me río. Con Albert Einstein digo: «Cuando era joven descubrí que el dedo gordo siempre acababa haciendo un agujero en el calcetín. Así que dejé de ponerme calcetines.» Ahora vivo gozosamente el día a día, sin pensar en junio. Es decir, libre y feliz. Sin el calcetín de qué haré o dejaré de hacer más adelante. Un roto menos, Diario, y una alegría más.