11 de septiembre de
2024. Miércoles.
ÁRBOL DE LA MÚSICA
ÁRBOL DE LA MÚSICA
-Digo con Irene Vallejo,
la inspirada autora de El infinito en un
junco, que ciertos días la ventana es la única promesa de aventura, de
salir de mi mismo. Para ella, una ventana; para mí, un balcón con una visión
impagable: las casuarinas, árbol de la música le llaman, protegiendo palomas y
tórtolas, y bellas tocatas fugas de Bach. La belleza de un paisaje nace del
corazón del que lo mira, de un interior que tenga capacidad para el asombro y aptitud
abierta para el vuelo. Decía el poeta y filósofo suizo Henri Frédéric, que
«cualquier paisaje es un estado del espíritu». Si el espíritu es limpio, azul, y
sin perjuicios, el paisaje que contemple será claridad y emoción, belleza; si
por el contrario es sucio y astroso, espeso, el paisaje que vea será un
desolado panorama de vides muertas, donde viven alimañas, y un dilatado e
inseguro desierto improductivo. Yo, Diario, quiero contemplar cualquier paisaje
con la bondad y la humildad del que mira la mano de Dios embelleciendo la
tierra; paisajes que muestran un destello –solo un destello– de la perfección de
Dios.