28 de octubre de 2013. Lunes.
FERVOR
ICONOCLASTA
-Sin Dios, no
habría ateos ni creyentes: los unos lo niegan y los otros lo celebran. Pero
para negar debe existir un objeto
negable, lo mismo que para creer. Se cree en algo (o en alguien), de igual modo
que se niega esto o aquello. ¿Y los fantasmas? Existen, en los que hablan de
ellos, y en películas como Los otros
o El Sexto sentido, en las que la
realidad reside en lo fantasmagórico y la alucinación, en el mundo de afuera, o
mundo real, mundo que, sin embargo, asume los miedos de convivir con espectros.
Asume,
luego los cree.
El
no creyente, en realidad, arde en deseos de poder convertirse a la creencia, llámese
ésta fe o simple afán intelectual. La fe llena, ocupa, la increencia es vacío. Y
es deseo del vacío poder llenarse, poblarse, no ser sólo espacio de ecos o
resonancias inútiles.
Por
experiencia sé que Dios llena vacíos, y positivamente. Nietzsche anunció, lleno
de fervor iconoclasta, la muerte de Dios. No afirmó la no existencia de Dios, su
muerte metafísica, sino su nula influencia en el mundo. Tan es así que Albert
Camus afirma: «El proyecto de Nietzsche nunca fue matar a Dios. Lo había
encontrado muerto en el alma de su época». Algo parecido a lo que ocurre ahora.
Pero
muerto Dios (La gaya ciencia,
Nietzsche), hay que llenar su vacío, y, para sustituir a Dios, creó al
superhombre. El hombre no puede vivir en el vacío de la increencia, de la nada:
el nihilismo. El superhombre remplazaría a Dios en el establecimiento de una
nueva verdad y de unos nuevos valores. Pero el superhombre, en realidad, trajo
la locura (el mismo Nietzsche) y la tragedia (el nazismo); porque su verdad y
sus valores gravitan sobre la soberbia.
Eliminado
Dios, ocupa su lugar la altivez insolente y el desprecio a la racionalidad. El
hombre suple a Dios, y es éste un traje demasiado ancho y pesado para el hombre.
Y es que como dice el filósofo Wolfgang Gil: «Toda grandeza del hombre está
dentro del propio hombre. Es una grandeza asociada a su humildad y al respeto,
a la dignidad del otro».
El hombre, que es barro (metafísico y teológico), sólo puede ser grande
en el espíritu, Diario, en lo que hay de aliento de Dios en él (19:50:50).
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