27 de marzo de 2015. Viernes.
SILENCIOS
Mirando, en el jardín. F: FotVi |
-Esta mañana, al rezar, me he sentido pequeño animalillo al sol, como la
hormiga o la imponente araña diminuta. Y, sin embargo, qué curioso: me ha
parecido ser yo el centro clamoroso de todo; la araña, mirándome, el geranio, mirándome,
la hormiga con sus cosas, sus asuntos de llenar la despensa, evitando mi pie, el
melocotón salido de la flor, poniéndose ya a ser melocotón, como abultándose
ante mis ojos, o el silencio, tan silencioso, a mi lado, invitándome al rezo, y
yo rezando y distrayéndome con todo, también con el silencio. El silencio
distrae mucho a veces. Sobre todo si a uno le da por querer oírlo y no oye más
que su soledad. El silencio suele acariciar la soledad con mano de seda. Como
se acaricia a un gato chico, sólo que la soledad no runrunea como el gato, y no
se oye, y es sola, tan terriblemente sola, que hiela el alma, a veces, de
silencio. (Helar el alma es hacerla cardo helado, allá donde todo es interior, nada
de paisaje, cripta sólo). Aunque caer en la cuenta de la soledad, es percibir ya
que algo te acompaña. Te acompaña el silencio de no ir acompañado, el silencio
que, como respuesta a tus palabras, es más y más silencio siempre. El silencio de
los muertos, suele decirse, y es claro: nadie ha puesto nunca palabras en la
boca de la muerte: o porque no se le ha prestado atención a lo que dice; o
porque una vez escuchado lo dicho por ella, no da tiempo a repetirlo, tan veloz
es el tajo que te abate. Y tras rezar esta mañana, Diario, me he repetido con
Unamuno: «Creo en Dios porque creo a Dios», y así, rotos mis silencios, he dado
compañía a mi soledad (20:18:13)
"... El silencio suele acariciar la soledad con mano de seda..."
ResponderEliminarPreciosidad de frase.
Gracias amigo.
Gracias a ti, Pedro, por tu paciencia en leerme y por las pistas que me das con tus comentarios; he descubierto que no hay nada como escuchar para aprender. Escuchar consejos.
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