12 de febrero de 2017. Domingo.
LO DESCONOCIDO
Sean del color que sean, hay lugar para todos, en el jardín. F: FotVi |
-Amanece un domingo gris; como una mala conciencia o un
mal de ojo, bisojo. Quiero decir: apunta un día emborronado, con amenaza de lluvia,
triste. Día como de ceniza removida. Se persiguen unos pájaros allá abajo
(contemplación desde un 8º piso), gorriones y verderones, creo, y un mirlo. No cantan,
solo persiguen algo que no veo. Quizá persigan el hambre, que es su enfermedad
invernal. El hambre, que agudiza la visión y, si no, el olfato, como al pícaro
ciego del Lazarillo de Tormes. Con hambre, lo que no se ve, se huele. Husmeando,
dirigiendo la nariz y el mentón hacia donde se atisba el pan o el potaje. Con
una relamida de la lengua antes de probar el festín, aunque sea mínimo. De ahí
las migraciones, las multitudes de gentes buscando cobijo y un plato de comida caliente,
con un rizado vapor de humo alentador. Siempre el humo tira de sí hacia arriba:
su intención es tocar el cielo. Aunque, luego, antes de tocarlo, se disuelva. Sin
embargo, no deja de ser un gesto de esperanza: se trata de dar un paso más allá
de la monotonía y el estarse donde se está, sentir un ápice de impulso que te
saque de la ciénaga donde te ahogas, y luchar por la fruta que tienta en el
árbol como un deseo pecaminoso, estirando la mirada y los brazos, y el golpe de
gusto anticipado en la garganta. Hoy, día de Manos Unidas, me aposto a la
puerta de la esperanza por ver si llamando una y otra vez, y hasta romperse los
nudillos, hay alguien que abra la puerta
de la fe en una humanidad más cercana, más atareada en cosas importantes, menos
dada a la división y al miedo, al odio irracional de desconfiar de todo lo
desconocido. Lo desconocido, Diario, hace a veces el milagro de encontrarte quizá
con una tierra y un cielo nuevos, donde luzca un sol limpio, donde hayan amor y
condescendencia, o el milagro de sentarse a la mesa y comer un poco de pan juntos,
sin calambres egoístas, sin recelos en las miradas (13:08:57).
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