11 de diciembre de 2019. Miércoles.
MALDITA GUERRA
Cáliz de tulipán, la pureza. Estambul. Turquía. F: FotVi |
-Los días corren como la
aguja en los dedos de mi madre, que cosía rápido para finalizar con prontitud su
trabajo. Le urgía acabar su labor, para iniciar otros quehaceres. Eran tiempos
de penurias, y juventud. La maldita guerra lo enturbió todo, para peor. Fueron
años duros: mi padre en el conflicto y ella, en casa, con dos hijos a los que
había que alimentar y sacar adelante. Yo apenas me daba cuenta del drama. Entre
nieblas, recuerdo haber vivido unos primeros años felices. Hasta tuve mi
triciclo, en Andújar, donde mis padres habían ido a trabajar en el ferrocarril
de Andalucía. Cuando dio comienzo la guerra, hubieron de volver a Molina. Entonces
mi padre fue movilizado y la felicidad se convirtió en tristeza, y, desde
entonces, sé lo que es el llanto y el miedo por las noches. El llanto de mi
madre y mis miedos. Mi madre, a pesar de algún vecino que la vigilaba, rezaba
delante de un cuadro del Corazón de Jesús. La fe la mantuvo en pie, nunca desfalleció.
Durante el día le daba la vuelta en la pared, y así pasaba desapercibido. Y se afanaba.
En todo lo que hacía, para llegar a tiempo a todo. Y lo conseguía, con muchas lágrimas
en los ojos; lágrimas que escondía, para que mi hermana y yo viviéremos felices
y desecháramos los miedos. Recuerdo, Diario, que, cuando hacía las cosas en
casa, cantaba, por no llorar (18:53:45).
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