5 de diciembre de 2019. Jueves.
PODER SOÑAR
Llega el frío para los niños, en Campo de Refugiados. Siria. F: Google |
-¡Y apareció el sol, regalándonos
su luz y su calor! Tras varios días de lluvia, se agradece esta antorcha
encendida y filantrópica que es el sol. Antorcha y radiador. A la vez. Froto
las manos y me las caliento en su antorcha de vida y alivio. Es como entrar en
casa y poner las manos en el fuego del hogar. Como cuando era niño y trataba de atrapar el primer rayo de
sol que se abría en la Plaza Vieja, en Molina. De niño, no tenía más que el
calor de mi madre, que apenas duraba un beso o una caricia. La esperaba el trabajo. Lo demás, en
invierno, era el frío; pero además el gozo, también helado, de aprender las letras y los
números en la escuela. Al decir: la eme
con la a «ma», y repetido dos veces,
«mamá», salía humo de la boca, que intentábamos coger con los dedos. Pero no
podíamos, porque el frío se llevaba en los huesos y salía por la boca en forma
de vaho, esfumándose al punto. Se iba ese y volvía otro. No podíamos. Hoy, al contemplar al sol intentado darme calor,
he pensado en aquellos años; y, también, en los niños que, en campos de refugiados,
pasan hambre, soledad, mucho frío, y sin embargo ríen, y juegan, y los más asisten
a escuelas improvisadas, en lugares que más parecen campos de concentración que
hogares en los que vivir. Yo rezo por esos niños, y por sus padres, y por los
voluntarios que dejan todo y se comprometen a darles un poco de lo
que a ellos recibieron: acogida, formación humana, cariño, simpatía, risas, y
un libro, para que lean y vivan, Diario, y, así, puedan soñar (18:34:04).
Preciosa reflexión. Me entristecen los campos de refugiados.
ResponderEliminarGracias, Paisana, son mi preocupación. Rezo todos los días por ellos.
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