1 de diciembre de 2019. Domingo.
LA ESPERANZA
Amaneciendo la Esperanza. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Me gusta leer cosas con
cierta trascendencia, para iluminarme por dentro. Para definirme en mi
interior. Leo y medito, y la luz que recibo da en mi corazón y me sale luego de
dentro afuera, donde, en las manos, se me hacen alegría y evangelio; es decir, serenidad
y ofrenda. Me gusta leer el evangelio porque es preciso y exacto, y cercano, como
una gota de agua cuando se tiene sed. Leer el evangelio es beber a Jesús, en su
bellísima vida y obra, en sus palabras. Leer el evangelio es un excepcional
acontecimiento espiritual. Hoy, el adviento pone mi pensamiento en Belén y en
la Pascua, mientras camino por el día a día donde vivimos, nos expresamos y
somos. También el día a día es adviento, si es expectación, novedad, plegaria. Porque
no se me cae de los ojos lo leído hoy del profeta Isaías: «Él nos instruirá en
sus caminos y marcharemos por sus sendas». Él, el Señor. Porque Él es el
camino, y la verdad del camino, y al vida del camino. En la Navidad, ya
empezamos a tocar el reino de Dios, en el que nace, en el que mira asombrado la
vida, en el que se cobija, lloroso y entre gorjeos, en los brazos de su madre. María
abraza a Jesús en su vientre y en sus brazos, en su vida toda. Adviento, Diario, ¡o la esperanza! (19:14:06).
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