13 de diciembre de 2019. Viernes.
LO QUE SIENTO
Todo enmarañado, con la luna. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Leo: «El sufrir merece
respeto, el someterse es despreciable». Víctor Hugo, que, además de profesar el
romanticismo como abecedario de su modo de escribir, era muy inteligente, nos
dejó esta lapidaria y concluyente verdad. La cruz, aunque no se crea en ella,
infunde respeto, prestigio, admiración. En todo caso, conmueve. Es el
sufrimiento de quien, amando, da la vida por aquello que ama. En este caso
(señalan los evangelios), toda la humanidad. Sin embargo, dejarse poner el
pie encima por no perder una prebenda, es humillante y depravado. Huele a
calcetín sudado. A agua de charco podrida. ¡Qué tristeza darte en la vida con
un ser así de vulgar y resbaladizo! Perdonad, pero yo en este momento estoy
pensando en uno, que además desea, sin pudor, gobernar España. Está pasando por
el aro, dejándose los pelos (como el gato) en la gatera, por el simple hecho de
poder sentarse en un sillón, aunque sea el sillón del bochorno. Un sillón que
lo mismo da prestigio, que lo quita, y, en casos, con envilecimiento además. Este
sujeto del que hablo está tratando de pactar con el nacionalismo sedicioso, sublevado,
en una comedia que destila muy malos olores. Toda esta actuación huele a
corrompido, a saldo de estercolero. Sufrir por algo elevado, desprendido, es
digno de elogio, merece un aleluya (Jesús de Nazaret); pero quedarte, Diario,
en la parada del sometimiento, de la vejación, es un total y seguro descalabro,
una coz a la inteligencia. (Perdón a quien le moleste leer lo que acabo de
escribir, pero es lo que siento, –y lo siento) (10:27:40).
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