1 de octubre de 2014. Miércoles.
PAISAJE CON
PARAGUAS GRISES
Agasajo de la flor a la lluvia, en el jardín. F: FotVi |
-Cielos cubiertos, como un paisaje con paraguas grises. En todo caso, paisaje
de película en blanco y negro. Me ha sucedido: si canto bajo la lluvia, oigo música
de Arthur Freed. Como aquella vez con Gene Kelly calándose. Me emociona el
paisaje, y más si es paisaje con lluvia. Los paisajes los suelo meter en mi
alma, para que en ella crezcan y me los devuelva luego tras de los ojos, para
mirarlos cuando los necesite, allí en el interior, donde está ella. Mirarlos de
fuera a dentro. Como se miran los enigmas del espejo. De algún modo cuando
llueve toco el misterio de Dios, es como si se derramara Dios en la algarada de
los hilos de la lluvia; o sea, bendición y lenguaje de Dios. La lluvia es la Natividad
de Dios en las cosas. En cada gota, cuando llueve, cae un poco de Dios, su
fecundidad. Y andar. Ando para sentir la tierra en mis pies, y lo hago casi
todos los días, así hablamos ella y yo, ella con su lenguaje, sus ruidos, de
tierra amada en mi pisada y yo con mi marcha de hombre, cordial y cuidadoso, en
el caminar. Yo ando, la tierra me habla y yo le contesto. La tierra, como el
corazón de la bondad, nunca se queja, pero sabe distinguir quién la ama y quién
no. Decir, Diario, que, a partir de mediodía, el sol ha roto el ejército de las
nubes, y se ha puesto a caminar, hidalgo y brillante, y sin paraguas, bóveda
del cielo adelante, según hace, para dejar paso a la noche, cada día (19:46:06).