20 de agosto de 2014. Miércoles.
LA RISA DEL
PEZ
Oyendo la mar, en la caracola. ABC. F: FotVi |
-En el ABC de aquellos tiempos, año 2002, y cuando los maestros de la
viñeta (Mingote, Mena, Martín Morales…) hacían de su capa del dibujo un sayo estremecedor
de poesía y ternura, Mena trazó un tríptico donde se ve a Cándido (su único
personaje de miles de historias sin par) observando una pecera con un pez
entristecido, cabizbajo, mustio como un labio sin beso, o un beso sin réplica.
Es un decir. En el segundo recuadro del tríptico, Mena hace echar a Cándido
(con gafas y un pelo huérfano en la calva en forma de caño de fuente), hace
echar, digo, una caracola en la pecera, que llegada hasta el pez (tercer
recuadro) y colocándosela éste en el oído (dicen que las caracolas llevan el
fragor del mar dentro), oye el mar, todo el mar, y ríen entonces el pez, y Cándido,
por la risa del pez. El simple hecho de oír el mar, ha convertido en oceánica a
la pecera y hecho sentirse libre al pez, y, por la risa del pez, también feliz
a Cándido. Pez, que, como diría Dios en un uno de sus salmos (Dios, el poeta), soñaría
desde entonces en «trazar sendas por el mar», el pequeño mar océano de su
pecera con caracola, y sueños nuevos, quizá. ¿Que por qué cuento esta historia?
Por nada en concreto, Diario; o quizá por evitar la rutina de contar siempre la
misma trágica historia de horror y muerte, que cada día se inventa el hombre en
su afán de destruirse a sí mismo en todo aquello que rompe, porque se mal ama a
sí mismo (21:27:11).
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