11 de diciembre de 2014. Jueves.
MUEVE UNA NUEZ
Y CAERÁ UN NOGAL
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Sin hojas, en Las Salinas. San Pedro del Pinatar. F: FotVi |
-Ayer no escribí nada. Y, aunque sea sólo por un día, he sido como un
árbol sin hojas, otoñal, pero místico tal vez: en sus raíces -en su interior,
su alma- el árbol siempre es árbol. Ayer fui un árbol sin hojas, o un nogal sin
nueces. («Mueve una nuez y caerá un nogal», me he oído decir a mí mismo, hoy, con
una sonrisa valentona y pícara, casi tonta). Se escribe, pues, para que el
árbol de la escritura se llene de hojas, y dé sus frutos. Escribir es un don, y
el poder a su vez regalarlo, darlo, es el hopo o cola de fuego de cometa de ese
don. Escribir es lo que sigue al don de poder hacerlo. Pensar «luz» o «cosa» y
poder escribirlo, y darlo así escrito, es un don, tan notable, que asusta. Pensar,
por ejemplo, esto es la luz y esto otro la sombra y poderlo escribir es un don,
que toca lo infinito. Como el día en que García Márquez pensó lo de «Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que se padre lo llevó a conocer el
hielo». Lo pensó, lo escribió y dio comienzo Cien años de soledad, un libro de libros del siglo XX. Yo escribo
para emocionarme, para sentir que siento, para -a mis años- saber que estoy y
que no me he ido. La vejez, a veces, a causa del alzhéimer o de sus consabidos y
múltiples achaques, te suele llevar de la mano a ninguna parte. Yo estoy; y me
siento tilde, palabra, reglón (aunque sea torcido, a veces), verbo, sujeto, y
texto al fin, texto que puedo dar a leer para que su lectura emocione a otros con
mi emoción, o les haga llorar o reír con mi llanto o con mi risa, o no les diga
nada y lo dejen estar, y, sin echar al fuego lo escrito, puedan manifestar: «¡Qué
malo es esto!», así, a lo bravo, pero sin ira. Ayer yo oía de boca de una joven
de 17 años, Malala, algo muy hermoso: «Voy a continuar esta lucha hasta que vea
a todos los niños en la escuela». Recibía el Premio Nobel de la paz en Oslo. Unos
talibanes, fanáticos ellos, coránicos ellos, en Pakistán, la intentaron
asesinar por defender la educación para las niñas. Escribir; o el milagro,
Diario, de poder poner en un papel la lumbre de lo que piensas, el hablar de
sus llamas y sus sombras, sus latidos, todo ese milagro (20:03:31).