18 de diciembre de 2014. Jueves.
SUBYUGAR
Abeja hacendosa, en el jardín. F: FotVi |
-El día que no me subyugue la Navidad, será razón de más para pensar que
he llegado a demasiado mayor y la esperanza ha envejecido detrás de mis ojos, o
ha dejado de existir. Y perder la esperanza es dar pasos hacia el declive de
todo: el de cualquier proyecto, también el de la vida. La esperanza, que es lo último
que se pierde, lo es, porque, aun perdida, todavía queda la ilusión o iluminación
de que te puedas aferrar a ella. Y es que, aunque no lo parezca, en la
esperanza siempre hay una última tabla de salvación: la fe en la aparición de esa
tabla que salva. Según la visión o ensoñación de Isaías, será o no será que de las
espadas se forjarán arados y de las lanzas podaderas; pero ahí están las espadas
y las lanzas para poderlas reinventar armas de paz (y de pan) y no de guerra.
Están las espadas, están las lanzas, sólo queda el afán de transformarlas, como
del barro se hacen jarras para el vino (o para encerrar las lágrimas) y de las
palabras, moldes para el poema o la confidencia. Me subyuga la Navidad, Diario,
como a la abeja la flor o al sol salir y ponerse, y sin apariencia de cansancio
(21:25:41).
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